UNO.

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[ Madrid. 25 de Abril. ]

Taehyung levantaba el algodón delante de su cara, intentando hacer contacto con su ceja y siéndole imposible.

- ¿Te quedas quieto o te arreo en el otro lado para que te desmayes? - le dijo calmada pero severamente.

- ¡Que duele mucho, joder! - gritó Jimin haciéndole una mueca con su boca -. Te dije que ese maldito cristal era un peligro.

- ¿Por qué decidiste que la puerta de la oficina sería de cristal? - preguntó Namjoon riendo por las caras exageradas de su amigo.

- Porque aquí todo, o casi todo, va a estar a la vista - explicó tranquilamente Taehyung -. Llegar a un sitio en el que no te esconden nada es mucho más tranquilizador que uno donde no sabes lo que está pasando más allá del frontal de la barra.

- La única diferencia que va a marcar ese jodido cristal y el de toda la pared que decidiste tirar, es tu dinero yéndose en productos de limpieza - afirmó Jimin, dejando por fin que el algodón tocase su herida.

Taehyung movió su cabeza resignado y sonrió, acabando de poner una grapa de papel en la ceja de su amigo y guardando todo el botiquín de nuevo.

- Pondré algún vinilo a la altura de los ojos para que no vuelvas a estamparte, torpe - rió frente a la cara de enfado de Jimin.

Ese día tenían mil cosas que hacer. Como siempre, sus amigos le ayudaban en todo cuando su tiempo se lo permitía y tenerlos por allí rondando se estaba volviendo una bonita rutina. Por suerte o por desgracia, el local ya estaba casi terminado y pronto podría abrirlo al público.

Había llamado a un amigo de un pueblo cercano para que pintase su cancela con algo especial a cambio de café gratis de por vida. En esa parte de Madrid solían respetar bastante las obras que se dibujaban en paredes o puertas de locales, haciendo que el barrio se volviese una gran galería de arte, y él y su nuevo bebé no iban a ser menos.

Cuando terminaron el descanso para comer decidieron instalar por fin la cafetera. Esa dichosa y preciosa cafetera que Taehyung había comprado con todos sus ahorros hacía un mes. Era prácticamente lo único para lo que no había tenido que pedir un crédito con su proyecto, pues tenía clarísimo que quería que fuese algo suyo desde el principio. Adoraba el café y todo lo que tenía que ver con él, y aquella máquina era el principio de su sueño.

Miles de euros ahorrados, ahora se materializaban encima de la bonita barra de mármol negro, haciéndola lucir por encima de cualquier otra cosa. La habían hecho espresamente para él, con un diseño exterior único en el mundo, de un granate brillante y con su nombre grabado en un lateral, justo al lado opuesto de la palabra que daba personalidad a aquella maravilla: "Mastrena". Sí, sí, esa marca que sólo fabricaban para Starbucks.

Taehyung no era persona de muchos contactos, pero a su corta edad, los que tenía eran suficientes y muy fuertes, por lo que consiguió hacerse con una para su negocio, aunque no a un bajo costo. 

Aún así, cada céntimo invertido le merecía la pena ahora que la escuchaba sonar al moler el café. Para alguien que ha vivido rodeado de ese grano toda su vida, poder tener algo de esa calidad era un tesoro.

Cuando era pequeño, sus abuelos siempre bebían café en casa junto a sus padres y sus tíos, inundando el ambiente de un olor constante que fue acompañándole mientras crecía, haciéndole querer probar aquello que tan feliz hacía a su familia y enganchándose a su sabor y a todo lo que conllevaba la idea de "quedar para tomar café".

Esa quería que fuera la filosofía de su negocio, girando en torno al concepto y no tanto a la bebida en sí, aunque intentaría ofrecer las mejores recetas posibles.

bouqué - tαekook/kooktαe Donde viven las historias. Descúbrelo ahora