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Voy despertándome poco a poco, algo aturdido, pero sintiéndome sereno. Poco después de que mi cerebro reacciona, comienzo a abrir lentamente los ojos. La luz me lastima un poco, pero me voy acostumbrando a ella.

Sólo puedo mover mis ojos, parpadear y escuchar lo que pasa a mi alrededor. Lo demás en mi cuerpo es como si estuviera anestesiado: sé que está ahí, pero no lo siento. Moviendo los ojos, comienzo a percatarme de que donde me encuentro es un hospital. Despertar aquí sí me habría hecho sentido, hace... ¿Cuánto tiempo ha pasado? Maldición, no tengo idea de nada. No sé ni si quiera si mi cuerpo realmente es mi cuerpo.

Entonces, moviendo mis ojos, me percato de que frente a mí, al otro extremo de la habitación, están sentadas mi mamá y mi hermana. Están extremadamente sorprendidas, estupefactas, sin palabras. Supongo que estuve el suficiente tiempo inconsciente como para que tuvieran esa reacción al verme reaccionar a mí, pero tampoco tanto tiempo como para verlas a ellas más cambiadas por la edad de lo que las recuerdo.

-J... ¿Julian? -Dice mi mamá, casi sin voz, sin creer lo que ve.

Yo, que ya recuperé más movilidad en los músculos de mi cara, sólo sonrío.

Entonces, sumamente emocionadas brincan de sus asientos y corren hacia mí, llorando de felicidad, a abrazarme acostado en la camilla. Mientras, voy recuperando también tanto la sensibilidad como la movilidad en el resto del cuerpo.

Eventualmente, supongo que atraído por el ruido de su llanto y sus exclamaciones, llega mi papá. Se paraliza en el marco de la puerta al verme, haciendo la misma cara de sorpresa que hicieron mi mamá y mi hermana. Entonces, después de unos segundos de estar petrificado, él también se acerca disparado a abrazarme, convirtiéndose esto en un abrazo familiar conmigo tendido en una camilla, apenas pudiéndome mover. Para cuando mi papá se acerca, yo ya recuperé la suficiente fuerza en el brazo como para levantarlo, aunque lentamente y con dificultad, para pasarlo por la espalda de mi papá. Se quedan abrazándome un rato más, mientras sigo escuchando cómo lloran de felicidad. Yo, por mi parte, lo único que puedo hacer es sonreír.

Poco después, el doctor es avisado de que ya desperté, y entra a la sala, junto con la enfermera, a revisarme. Se tarda varios minutos en hacer eso, mientras palpita partes de mi cuerpo seguido de mencionar términos que no tengo ni idea de qué significan. En el transcurso de su labor, yo me voy recuperando poco a poco: cada vez siento más mi cuerpo; lo último que recupera su sensibilidad son mis piernas, de arriba a abajo, terminando en los pies. Con ella, voy recuperando también mi movilidad; cada vez siento mis músculos responder más a los comandos de mi cerebro; los siento, aunque en este momento ni si quiera me estoy moviendo mucho. Tengo frío, eso sí; pero siento mi cuerpo caliente. Es como si tuviera fiebre. De hecho, el médico dice que necesito nivelar mi temperatura, que durante el coma, el cuerpo pierde mucho la capacidad de homeostasis

Coma... Eso termina de responder qué es lo que me pasó... Bueno, en parte...

Los siguientes días, a pesar de que los médicos ven que ya estoy bien, sigo internado, con la finalidad de que monitoreen mi avance, y de hacerme pruebas de respuesta a estímulos. He de decir, que al principio me cuesta mucho trabajo caminar, y simplemente no puedo hablar; la parte de mi cerebro que coordina el habla, por más que sabe cómo hacerlo, simplemente como que no conectaba con mis articulaciones de la lengua y los labios. Es desesperante al principio. Lo curioso es que en mi interior puedo hablar perfectamente conmigo.

Pero voy progresando. Poco a poco, me va costando menos trabajo caminar, y voy pudiendo hablar, aunque al principio algo lento.

Dentro de dos semanas, ya poco antes de regresar a la escuela, ya puedo caminar y hablar perfectamente bien. Aunque todavía no puedo correr. Los médicos dicen, que pasará mucho tiempo antes de que pueda regresar a jugar soccer, o cualquier otra actividad de alto rendimiento.

La Esencia de la VidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora