Capitulo VI

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Me subí al auto y arranqué. Llegué en no menos de 5 minutos. Bajé del auto, cerré la puerta y activé la alarma. Entré a mi casa y me senté en el sofá más próximo a la puerta. Me quedé dormida 5 minutos, o tal vez 10. No tuve noción del tiempo, pero no fue más que eso.

Sonó el timbre. Me miré en el espejo, estaba medio adormilada. Abrí la puerta. Y ahí estaba. Félix. Parado ante mi casa con su Nissan azul. 

-Hola- dije casi con un tono de enfado.

-Hola, vengo a preguntar por el alquiler de una de las habitaciones- respondió Félix.

No lo podía crer. Nunca me lo hubiera imaginado de ésta manera. Porque 1) ¿cómo consiguió mi dirección? y 2) ¿qué quiere lograr con ésto?.

Me respondí a mi misma la primera pregunta. Me debe de haber seguido desde el edificio del puesto de trabajo. Yo no conocía su auto. Y como soy tan despistada no me di cuenta de que me estaba siguiendo.

Después de unos segundos respondí:

-El horario de atención es desde las 15 hasta las 20 hs. Ahora no te puedo atender, lo dice el cartel.-

-Si. Pero como ya me conoces, creí que podías hacer una excepción- dijo Él con cara angelical.

-Yo no hago excpeciones, con nadie. Vuelve a esa hora si quieres. Nada más puedo hacer por ti.-

-Esta bien, hasta luego.-

Se marchó.

Cerré la puerta y me quedé apollada sobre ella recordando la voz de Félix. Su voz tan dulce inundaba mis pensamientos. Sus ojos tan chispeantes me cegaban. El no estaba ante mi, pero así lo sentía yo. En frente mío. Sabía lo que era el amor a primera vista, porque por pirmera vez lo estaba sintiendo. Aunque no podía creer que Él sintiera lo mismo que yo sentía. ¿Así de nada priopea a las chicas? ¿Y a cualquiera?

Intenté borrar la sonrisa en mi rostro, pero fue casi imposible. Félix habló de mi aura. Ahora su aura invadía mi mente. Por un instante me desconcentré y fue el momento justo en el que fuí hasta el fregadero y me mojé la cara con agua bien fría. 

Luego de eso, entré en la coputadora y me fijé el próximo empleo al que asistiría. Había perdido la hoja en donde los tenía anotados. Escribí el siguiente en una libreta que tenía allí a mano, y apagué la computadora.

Almorzé como a las 12 y me fuí a dormir una siesta corta de dos horas.

Fueron tres. Me despertó el timbre. Tardé varios minutos en salir. El timbre volvió a sonar. Al abrir la puerta, allí estaba, otra vez Félix. 

¡Qué puntual había sido! 15:03... se lo tomó muy a pecho, pensé.

Traté de parecer más amable que en las otras ocasiones, pero con una distancia notable para que no supiera que yo sentía algo hacia Él.

-Hola de nuevo-

-Hola Miranda, ¿cómo estas?-

-Muy bien, y tu?-

-Muy bien, ahora.-

Ya empezamos, me dije a mi misma.

-Supongo que vienes por el alquiler, por lo que habías dicho.-

-Y de paso verte. Quería que me comentaras como funciona ésto, el precio y todo eso- dijo Él, parecía algo superado.

-Bueno, pues... pasa. Adelante.-

Félix entró a mi casa. ¿Qué hacía aquí? Yo lo había hecho pasar. Me hacía preguntas sin sentido. Mi corazón comenzó a latir fuertemente. Dejé a Félix por unos instantes en la sala de estar y fui rapidamente a la cocina a buscar algo de tomar. Le grité a lo lejos si quiería algo. Me respondió que no.

Volví y me senté en el sofá. Le pedí que tomara asiento. Así lo hizo.

-Bueno, Félix... ésto es muy fácil. Te explico. En ésta casa hay cinco habitaciones para huéspedes, de las cuáles tienes el derecho como inquilino de elegir la que más te plazca. Aquí vas a estar como en tu propia casa. Yo tengo una asistenta, María, que es la que cocina, limpia, lava, plancha y todo eso. Ella se ocuparía tambien de tus cosas. Puedes en cualquiera de las cuatro comidas, compartirlas conmigo en la mesa. Aunque yo solo almuerzo, meriendo y ceno allí. Desayuno en mi habitación. Las próximas personas que se instalen aquí tambien lo compartirán conmigo, con nosotros. Tienes el derecho de usar todas las instalaciones de la casa, por lo cual el costo es el siguiente: $4500.-

No pareció impresionarse mucho por el precio.

-Acepto- dijo Él.

-Okay. Puedes instalarte ahora mismo, si quieres. ¿En cuál habitacion deseas instalarte?- pregunté yo. 

-¿En donde duermes tú?- dijo Él con voz algo apresurada.

-Eso no te incumbe- dije algo molesta.

Se paró y comenzó a caminar por la casa. En una de las habitaciones de abajo duermo yo.

-Aquí- señaló.

Era una habitación de huéspedes al final del pasillo, pero cerca de la mía.

-Bueno, si esa escoges-...

Obra del destino (Completa). Donde viven las historias. Descúbrelo ahora