Un rastro sangriento

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Nota: este relato se basa en una noticia real, pero excepto el nombre del pueblo y de la reseña inicial es una recreación ficticia. Los personajes y situaciones, más allá del punto de partida son inventados. Ignoro como acabó el caso real, así que el desenlace también es imaginario.

Nota 2: el fragmento de noticia inicial ha sido extraída del diario Menorca, fecha 16 de octubre de 2018.



"Un "asesino en serie de conejos" tiene aterrorizada la Bretaña francesa.

Un "asesino en serie de conejos" domésticos, que sigue un mismo patrón a la hora de perpetrar sus matanzas, ha sembrado la alarma en el norte de la región francesa de Bretaña, especialmente entre sus jubilados. En el tranquilo pueblo de Minihy-Trèguier (1320 habitantes), la Gendarmería ha abierto una investigación para localizar al causante de la muerte a golpes de alrededor de 100 conejos en los últimos seis meses en la localidad."

Jerome cerró el periódico, indignado. Lo dobló y lo dejó sobre la mesa. Aquello era una vergüenza. Ahora ya no solo se hacían eco de la noticia los medios locales, sino que ya aparecían breves reseñas en diarios internacionales.

- Esto es una deshonra, exclamó mientras se levantaba. Voy a ver cómo están hoy.

Refunfuñando salió al jardín delantero, donde estaban las jaulas de los conejos, a los que criaba desde hacía años.


Una escena similar sucedía casi al mismo tiempo, solo que en un ambiente muy distinto. En la pequeña comisaría de Minihy-Trèguier se hallaba reunido el pequeño equipo dedicado a la investigación de los asesinatos.

- Este asunto se nos está yendo de las manos, dijo el jefe del equipo. Romain Bardet, un joven pero prometedor gendarme había sido nombrado directamente por el comisario, por delante de hombres más experimentados que él, uno de los cuales se hallaba presente en esos momentos. En conjunto, el equipo estaba formado por Bardet, dos hombres y una mujer, que ahora mismo contemplaban las fotografías y el mapa desperdigados sobre la mesa que ocupaba gran parte de la diminuta sala de reuniones número dos de la comisaria.

- Repasemos los hechos, continuó Bardet. Tenemos algo más de cien muertes desde agosto, no solo aquí sino también en los pueblos vecinos. En este punto todos miraron el mapa, donde unas cruces hechas con bolígrafo rojo marcaban los puntos donde se habían cometido los crímenes. El asesino entra de día en las casas, saca los conejos de sus jaulas y los apalea hasta la muerte, para después dejar el cuerpo en la misma casa o en la puerta. ¿Me dejo algo?

- Un testigo vio un hombre sospechoso en un jardín. No pudo identificarlo, al parecer se cubría con un impermeable y una gorra. Huyo al darse cuenta de la presencia del testigo, dijo la mujer.

- Hemos lanzado una campaña pidiendo ayuda en las redes sociales, aunque me temo que el efecto será más bien limitado. La mayoría de los residentes son mayores y no las utilizan. A no ser que el radio de acción siga ampliándose.

- Claro, respondió el jefe. El hombre que había hablado, cercano él mismo a la jubilación y que aspiraba a dirigir este caso lanzó a su superior una mirada cargada de reproches cuando este se dio la vuelta.

En aquel momento llamaron a la puerta. Adelante, dijo Bardet.

La recepcionista asomó la cabeza.

- Disculpe, monsieur Bardet. Una vecina ha llamado diciendo que ha visto un hombre sospechoso en su jardín.

- ¿Dónde?, fue la reacción inmediata. La recepcionista, Camille, le entregó la dirección y el nombre de la mujer anotados en un post it amarillo. Bardet la inspeccionó, le hizo una seña a la mujer y al hombre más joven. Nos vamos ahora mismo. Quédate por si surge algo, le ordenó al segundo hombre.

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