Seres Imaginarios

100 7 11
                                    

AUTOR DE ILUSTRACIÓN: edoggypaws

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

AUTOR DE ILUSTRACIÓNedoggypaws

Bien por algo decían que Jacobo hablaba de incoherencias un día sí y el otro también, porque no era extraño el que mencionara haber visto lo imposible, en especial imposibles con ojos, nariz, garganta y voz que inclusive le respondía sus preguntas, aquella tarde en un alejado rincón de muros amarillentos.

—¿Has estado aquí desde hace mucho tiempo? —el pequeño inquirió ante aquella gran maravilla de la naturaleza.

—No lo creo —replicó ese mítico ser.

—¿Cómo te llamas?

—Draco —contestó con timidez.

—¿Draco?

—¿Muy predecible? ¿Muy extraño?

¿Lo era? Un poco, más no mucho más de lo que Jacobo había visto en su corta vida; si no se sorprendía con el canto de las sirenas que perjuraba habitaban por el arroyo cercano a su hogar, o el ave de fuego que recorría el cielo de medianoche a la misma hora.

Pero el pequeño Draco estaba en su propia categoría, y para él, tan joven, de ojos prodigiosos y emocionados, el escuchar de aquello que solo oía en cuentos de hadas de antaño era como, un sueño entre sueños.

Por un momento, le temió, pues bien que siempre eran pintados como villanos; casi siempre, toda historia con alguien como su inesperado invitado acababa con el héroe terminando con su vida, y con él, con su reinado de terror.

Mas sin embargo, Jacobo podía atestiguar, al menos en esa corta experiencia, que la realidad era una muy diferente: era inofensivo, tierno (a su modo, por supuesto) y hasta incluso, un poco generoso.

—¿Deseas probarlo? —Draco señaló al caramelo en sus manos —. Creo que te gustaría y...

—¿¡Dónde estabas Jacobo!? —de inmediato el pequeño dragón reconoció aquella voz dura y autoritaria que sonó a espaldas suya.

—¿M-mamá? —murmuró al verla aterrizar—. Y-yo solo estaba con...

Al voltear, aquel pequeño hombrecito había desaparecido.

—¿Estabas qué? —la madre preguntó, con cada vez menos paciencia.

—Es que... estaba ahí. Lo juró.

—Por última vez, Jacobo —suspiró la progenitora del pequeño de escamas verdes—. Los humanos... no existen. Ya no.

Él miró una vez más a aquel rincón, ese espacio vacío, sin poder siquiera probar aquel ofrecimiento de saborear la golosina.

—Es hora de irse —imploró la madre, en un tono más conciliador y comprensivo—, que no tarda en caer la noche.

Jacobo ladeó su rostro, y acató la orden; en breve, ambos emprendieron el vuelo de regreso a su hogar en las montañas.

Historias Sin Pasión Por Mero CompromisoWhere stories live. Discover now