Oda al jardinero
No arranques la flor.
No la toques, no te atrevas a tocarla, no la cortes.No tomes con tus brutas manos, tus asquerosas manos, bañadas en savia, la perfumada flor.
No está para que la arranques de su entorno, su vida, planta, ser,
y la deseches.Tú, jardinero
que se supone que estás para cuidar al jardín, sus flores,
las usas a capricho propio.No importa cuán bella sea la flor,
cuán dulce sea su aroma,
o cuán vívidos sus colores,
no la toques.
Aléjate de toda planta ante el mínimo cruce de la enferma idea de arrancarla, de siquiera verla.Eres asqueroso, cortaría tus brutas manos hundidas en savia,
tu babosa lengua, marchita en pólen,
con tu propia tijera de podar.Te arrancaría los ojos en el acecho de tu mirada,
al grito ahogado en savia de las flores que ya no tienen voz.Maldito, que vivas sólo, sólo para las lágrimas de tus ojos, clavados en alfileres de cansancio, al insomnio de tu culpa.
Te queremos despierto, jardinero,
despierto eternamente entre la pudredumbre de las recién cortadas, arrancadas en otoño.Todas, todos los tristes brotes descuartizados, tiesos, esperando en tu infierno, ese día de fiesta fría,
Tu llegada.Pólen,
dulce olor
ahogado en savia de sus dueñas,
te esperan.Sólo, y maldito seas sólo y despierto seas entre todos los jardineros
y que la savia de flores cortadas
sin piedad
caiga en ti como la lluvia
y que un agonizante río de ojos cortados,
te resvale y recorra
mirándote,
sin término,
sin piedad.