26. Ser feliz es de dos

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Sábado, 17 de marzo del 2018

Simón se pasaba los días grabando y escribiendo, de vez en cuando me les unía y les ayudaba con algunas cosas, y otras solo me limitaba a pensar en cómo iban las cosas, en como Simón se había apropiado de mis pensamientos, lo mucho que echaba de menos sus historias y llamadas a las dos de la mañana para platicarme sus inquietudes, sobre la vida, sus estudios, aunque sabía que estaba cerca de mi, haciendo lo que le gustaba, extrañaba que casi no tuviera tiempo, les habían acortado el periodo de grabaciones por lo que estaban apresurados por terminar antes del 20 de marzo, fecha que ya casi tenían encima.

—Simón, extraño platicar contigo, pero mientras hagas lo que te hace feliz, yo soy feliz —le decía a través del altavoz del teléfono que tenía sobre mi pecho, mientras que yo, mirando al techo, tendida sobre la cama, aprovechaba el único momento que él tenía libre.

—Yo igual echo de menos tus locas historias, extraño tu sonrisa, pequeña —a pesar de que me llamara así muy a menudo, se me seguía erizando la piel cada que lo hacía.

—¿Y cómo van? —inquirí, igual que en todas las últimas llamadas.

—Bastante bien, en dos días tenemos la última grabación.

—Pero se van en tres días, no es justo —reproché haciendo un pequeño puchero a pesar de que Simón no pudiera verlo.

—Lo mismo pienso, de hecho, quisiera platicarte algo, pero prefiero hacerlo en persona, ¿Te parece si vienes esta noche? —la noche era el único momento en el que no estaban trabajando, de hecho, ahora los Juan Pablos estaban comiendo y era por eso que Simón había aprovechado para llamarme.

—Claro, cuentas conmigo.

—Nos vemos más tarde, pequeña —allí estaba de nuevo, dejé de oír su voz por el móvil y supe que ya se había desconectado.

Recogí algunas cosas, me arreglaba mientras daba vueltas por mi casa, hasta por fin llegar al sillón.

Conservaba una caja de "recuerdos" por llamarla de alguna forma, en ella tenía boletos de avión, de conciertos, fotos, invitaciones, cartas, y muchas cositas más.

La tomé y la puse sobre mis piernas cruzadas, la abrí cuidadosamente, eran cosas que yo realmente atesoraba.

Tomé un pequeño montón de fotos y comencé a ver una por una con mucho detalle, había unas cuantas con Leo, otras con todos mis amigos, otras con mis amigos de vine, claro, antes de que muriera, hasta llegar a una que automáticamente llamó mi atención, la primera vez que conocí a Morat, en backstage gracias a Saak.

Recordaba que en esa ocasión, gracias a que Saak y Morat estaban firmados con la misma disquera, en cuanto me enteré que venían a México, le rogué a Saak para que me llevara, al finalizar el concierto, lo invitaron a backstage, y como el sabía allí mucho que moría por conocerlos, aceptó.

Guardé las fotos y me preparé para salir.

No había vuelto a saber nada de Eduardo, pero lo ignoraba.

Terminé con varias cosas, hasta que por fin llegó la hora, salí de mi departamento y la calle ya estaba a oscuras, todo más tranquilo y el frío de la noche comenzaba a pegar.

Me planté fuera del departamento de los chicos, estaba todo muy silencioso, que antes de tocar preferí avisar a Simón.

Nath: "Estoy afuera".
Simón: "Ahora voy".

Y en cuestión de segundos, Simón apareció tras la puerta invitándome a pasar.

—¡Hola pequeña! —saludó efusivamente mientras me abrazaba.

Aprender A Quererte · NathmonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora