Mustsu-Hito

202 9 6
                                    

Chloe.

Me senté en la sombra de un árbol y junté mis rodillas a mi pecho. Hipaba y mis ojos estaban enrojecidos, no sé cuanto tiempo estuve así, tampoco me importaba demasiado. 

—¿Chloe?—No quería ver a nadie, por lo que me hice la sorda, quería desaparecer. Además, odiaba que me vieran llorar.

—Lárgate.—Conseguí decir a pesar del llanto.—No quiero ver a nadie.—Terminé diciendo. ¿Por qué cuanto más quieres estar sola es cuanto menos te dejan? Pero, una cosa la tenía clara, me olvidaría de Ian, para siempre, él era pasado, capute, bye bye, sayonara. 

—No te dejaré sola.—Alcé a mirar hacía arriba y vi a Max, sonreí. Se sentó a mi lado y me puso una mano cariñosa en la cabeza, atrayéndome hacía él y colocádome en su pecho, el llanto volvió.

Me acurruqué hacía él y me dejé llevar, quizás lo pueda querer de algún día, quizás él sea aquella persona con la que me case, a la que quiera más que a nadie, quizás. 

—¿Por qué dijiste que me querías? ¿A qué te referías?—Pregunté, aunque quizás no hubiera sido el mejor momento, no me podía aguantar.

—A que te quiero.—Dijo simplemente.—¿Qué no entiendes de esas dos palabras? Sé que no me quieres como yo te quiero, pero te curaré las heridas.—Dijo pasando su mano por mi pómulo.—Te haré que sonrías cada vez que me veas y que tu corazón lata tan deprisa como late el mío cada vez que te tengo cerca, coseré tu corazón y, si esas piezas ya no están, te daré partes del mío para que el tuyo esté completo.—Terminó diciendo. Sus mejillas estaban sonrojadas, lo intentó ocultar y se apoyó en mi en mi hombro. No dudé en abrazarlo fuertemente y me convencí a mi misma que terminaría queriéndolo, que lo olvidaría y que él me hacía bien y, de verdad me quería. 

—Y-yo... no sé que decirte, Max.—Le miré a los ojos.

—No hace falta que digas nada, sólo quería que supieras lo que sentía por ti.—Aún estaba nervioso. Pasó su mano por el pelo y lo desordenó, aún así estaba muy guapo, Max ya era guapo de por sí. Esos ojos azules oscuros con detellos verdes, su pelo negro que caía de manera desordenada y su estilo vestir, tenía a todas las chicas suspirando por él. 

No pude evitar sonreír ante ello. Me dejé caer en su hombro él me acarició el pelo, poco a poco, fui cerrando los ojos y dejándome llevar por su suave mano en mi pelo, por su cálido tacto de su piel contra la mía (me tenía cogida de la mano). Me estrechó más contra él y me dejé llevar por Morfeo, en sus brazos. 

No sé cuanto tiempo había pasado desde que me había dormido, pero Max estaba en la misma postura y me zarandeaba levemente. Me desperecé abriendo tanto como pude los brazos.

—¿Qué hora es?—Dije aún con voz somnolienta y ojos adormitados. 

—Las siete en punto.—Dijo él con una sonrisa de lado, parece que le había gustado que me durmiera encima de él. 

—¿¡Las siete!? Me cago en la oscuridad bendita y mañana tengo examen de historia y ni si quiera he abierto el libro.—Me maldije una y otra vez y me levanté como un resorte. Peiné mi cabello y me alisé la ropa, poco después Max hizo lo mismo. 

—Tranquila, te ayudaré a estudiar.—Me cogió de la mano y empezó a tirar de mi. Cogí mi mochila al vuelo y le seguí dando traspiés. Llegamos al aparcamiento y me abrió la puerta del coche, me subí dando un salto y puse la mochila detrás, él se subió en el asiento del copiloto. 

Un cuarto de hora después llegamos a mi casa, bajé rápidamente y entré en casa con Max siguiéndome los talones. Al entrar estaba mi madre y mi padre en el salón.

—Mamá, papá, voy arriba con Max.—Mis padres me miraron con una ceja alzada en ese momento, a saber qué pensaron.—A estudiar historia.—Terminé diciendo, mis padres, al decir esto, siguieron en sus tareas, mientras que Max y yo, subíamos las escaleras a mi cuarto. 

Subimos y entramos, dejé la mochila en la cama y le dije que se sentara en alguna de las sillas, mientras que yo organizaba todo lo que íbamos a necesitar. 

—Espero que seas una eminencia en historia porque yo estoy por los suelos.—Dije sentándome a su lado. Él sonrió y me besó la frente.

—Tranquila cariño, estás delante de quien sacó matrícula en todos sus años de historia.—No pude evitar a echarme reír. 

—Está bien, está bien. Haz tu magia.—Dije abriendo el libro por la revolución de Japón. 

Estuvimos hasta las diez repasando y estudiando, Max era realmente bueno y se le quedaban los conceptos con mucha facilidad, a mí, en cambio, me costaba la vida. 

—A ver, Chloe, ¿cómo se llamaba el emperador del gobierno ilustrado? 

—Mm... Mustsu-Hito en 1867, era apodado Meji Tenno ¿no?—Dije, esperando que fuera correcta. 

—Mm... y la respuesta es.... ¡Correcta!—Exclamó con entusiasmo y yo sonreí.—Bueno, demos por terminada la clase, si piensas la respuesta mañana, harás un buen examen.—Me guiñó un ojo con complicidad.—Ahora, debo irme. 

Supiré y me levanté. Recogí un poco por encima los libros, luego recogería los platos de la cena. 

—Te acompañaré a la puerta. 

Salimos de la habitación y bajamos las escaleras, todavía estaban mis padres. Max los despidió con un gesto de mano y ellos hicieron lo mismo. 

Salimos y cerré la puerta. 

—Gracias por ayudarme.—Dije bajando la vista, cohibida.

—De nada, es un placer.—Cogió un mechón de mi pelo y lo colocó detrás de mi oreja. Levantó mi mentón y se acercó a mi cara. Cerré los ojos y lo agarré por la camisa, para que no se alejara. Me besó, al principio fue lento y cuidado. Sentía escalofríos y calor en mi pecho. 

Se separó demasiado rápido de mi y sonrió. 

—Te veré mañana en clase.—Me besó en la frente y se fue. 

Me quedé en la puerta hasta que le vi desparecer con el coche. Entré en casa después con el corazón aún latiendo rápidamente.

Se lo que piensas. [Parada temporalmente]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora