El reproductor de música sonaba en el auto de Samuel. Era un día soleado y hermoso, pocos autos transitaban por aquella carretera, pocos casi ninguno. La misma carretera circulaba por el borde de una pronunciada montaña del cual contenía barreras a los costados de lo que abajo se extendía un gran bosque.
Samuel tarareaba alegre aquella canción. Después de varios meses de abandonar el pueblo donde vivió varios años, estaba regresando a él. Luego de que la enfermedad de su madre empeoró tuvo que viajar hasta la ciudad urgentemente para quedarse con ella, él sabía bien que no le quedaba mucho, por eso se quedó a su lado hasta que abandonó el mundo hace unas semanas atrás. Fué triste pero así era la vida, además toda su vida la pasó más con su padre, del cual se hizo cargo de él luego del divorcio y su madre se fuera tiempo después a la ciudad con otro hombre. De todas maneras la apreciaba.
Actualmente, ya en sus veinticinco años, ayudaba a su padre en la clínica del pueblo como enfermero. Ahora estaba por fin devuelta, yendo por aquella carretera camino a su amado pueblo y sobretodo, esperando encontrarse con un muy querido amigo de la infancia.
De pronto una piedra que cae desde lo alto, choca contra el vidrio del parabrisas tomándolo desprevenido. Logra apretar el freno rápidamente pero el auto ya se había salido de control porque al girar el volante al lado equivocado hace que choque la barrera y pase a través de ella. La caída de bajada culmina contra un árbol en un golpe seco.
La canción seguía sonando, entre partes trabadas y poco entendibles. La mano de Samuel aprieta el botón de apagando haciendo detener la canción y levanta su cabeza un poco adolorido.
Había sido una larga caída quebrando y destrozando varias ramas y plantas en el camino. Le cuesta abrir la puerta, por eso decide salir por la ventana para caer sobre la tierra.
-¡Mi auto! – se arrodilla mirando lo abollado que había quedado – perfecto! Con lo que me costó ahorrar para comprármelo! – se levanta un poco tambaleante.
Por suerte, solo tenía algunas raspaduras y golpes menores.
Al sacar el móvil de su bolsillo nota que no tenía batería y al mirar hacia el recorrido que hizo el auto de bajada, observa que sería imposible escalar hacia arriba, si lo hacía se terminaría cayendo y llevándose más heridas a la colección. ¿Y ahora qué? ¿Debía esperar a que alguien que transitara viera el accidente?
Pasaron los minutos y ningún auto se veía. Parecía al propósito.
Mientras esperaba sentado contra un árbol, un ruido entre los arbustos se escucha de pronto haciendo que mire rápidamente hacia su izquierda. Un chico aparece apartando unas ramas que le tapaban la vista y se quedan viendo fijamente por unos segundos.
- Samuel… - susurra delicadamente sonriendo.
- ¿Te conozco? – le responde confundido.
El chico se sorprende y se acerca hacia él.
- ¿No te acuerdas nada de mí? – acerca su mano hacia su cabeza pero la aparta rápidamente sin llegar a tocarle.
Éste sólo lo miraba un poco raro, lo recordaba de algún lado…
- ¿Quién eres? –
- Perdón – baja su mirada un poco triste – creo que el golpe de tu accidente te dejó un poco confundido ¿puedes recordar de donde venias?
- Ahora que lo dices… - sostiene su cabeza con su mano y trata de hacer memoria – era algo de… - cierra sus ojos con fuerzas – el pueblo… pero… mi cabeza duele un poco ¿perdí la memoria acaso? –
- No te preocupes – le vuelve a sonreír – te ves bien, así que seguro irás recordando de a poco todo. Yo soy Guillermo–
- Perdón Guillermo, ¿te conozco verdad?–
