Las hadas se enamoran.

44 5 1
                                    

En medio de la noche, sentí como me despertaste.

Tu dulce y cálida voz me llamaba, pidiendo que me levantara y me cambiara de ropa. Bajo tu afirmación de que querías mostrarme algo, hice caso y terminé caminando contigo por el hermoso paisaje nocturno de un bosque.

Corrimos juntos por la senda de aquella gran arboleda, observando con emoción flora y fauna exótica. El bosque estaba lleno gigantescos árboles, no les encontraba fin. Entre la flora también había arbustos con bayas y bonitas flores de todo el mundo, era como si en ese lugar se reunieran los integrantes de la naturaleza más majestuosos del planeta, solo para que nosotros los conociéramos. Curiosamente, llegué a ver un ciervo en la lejanía que al verme se inclinó para después marcharse. También, llegue a ver un hermoso león que por desgracia no pudiste apreciar, pero de alguna manera era idéntico a ti: Fuerte, salvaje, indomable y representante del liderazgo, como todo rey.

A pesar de ser de noche, el bosque brillaba con intensidad, su paisaje nos deslumbraba con sus habitantes más hermosos, incluso llegamos a ver las tan aclamadas luciérnagas. Jugamos con ellas por ratos, hasta que comentaste que no era precisamente eso lo que querías mostrarme.

Tomaste mi mano con fuerza y me llevaste a un precioso lago, brillante como el resto del bosque. Este poseía una pequeña cascada, no muy alta, pero que le daba corriente al pequeño y bonito cuerpo de agua.

Sugeriste bañarnos en aquel lago, el mismo que fue testigo de nuestras risas por aquella guerra de agua que comenzaste.

Con la luna brillando desde su trono en lo más alto del cielo, terminamos recostados en el césped frente al mismo lago. Por razones que desconocía, tenía miedo a que te fueras. Sabía lo que eras y sabía que no te quedarías eternamente a mi lado, pero nunca me importó. Siempre quise ver y vivir el presente mientras estuvieras junto a mí, mientras aun conservaras aquel brillo sanador que me atrajo a ti la primera vez. En medio de aquella repentina desesperación porque te quedaras, te llame.

Volteaste a verme con esa sonrisa relajada, aun viendo el creciente pánico en mis ojos.

—¿Pasa algo?

No supe responder, me quedé callada viéndote respirar como si tuvieras todo el tiempo del mundo.

Minutos pasaron, minutos de silencio en los que me mirabas. Ya no parecía que esperaras una respuesta, parecía que esperabas a que yo tuviera el valor suficiente para hablar, decir algo que salió inconscientemente de mi boca.

—Tu no me abandonarías... ¿cierto?

Sonreíste, te acercaste a mí y me besaste. Dulce, como siempre. Siempre estabas tan lleno de amor, aun con el temperamento que sabía que tenías, el mismo que nunca usaste conmigo.

Aquel beso me tranquilizó de maneras que no pude imaginar, me quitó todo el miedo que mi mente había creado de la nada, era realmente reconfortante. Te separaste de mí y me miraste a los ojos, sonriendo como solo tu podías hacerlo, mientras tus ojos brillaban como solo lo hacía al verme a mí, no a mis amigas, no a mi hermana, a mí.

"Nunca lo haría".

Hablaste, o eso intentaste. Tal vez lo hiciste, pero nunca pude escuchar tu voz. Otra vez el miedo me inundo, tu sonrisa se desvanecía, tus ojos se apagaban, tu imagen se borraba con el pasar de los segundos.

Cuando abrí los ojos, noté que no estabas a mi lado.

Las hadas se enamoran.Where stories live. Discover now