Las luces parpadearon y las alarmas sonaron por el pasillo haciendo eco, sorprendiendo a todo el mundo, sembrando lo que viene siendo el caos. -¿Qué narices está pasando?- Pensé. Los gritos de los trabajadores y visitantes del museo golpeaban violentamente mis tímpanos dejándome desconcertado. Miré a todos lados y empecé a estresarme. -No sería muy inteligente entrar en pánico ahora.- Corrí. Giré apresuradamente la esquina de mi derecha y eché un vistazo a los carteles que normalmente indican las salidas de emergencia.Los sonidos cada vez eran más molestos y me embotaban los sentidos. Volví a girar a la derecha y me golpee contra la pared. No, no era exactamente la pared, era una vitrina de cristal que estalló con surrealista facilidad en mil pedazos. Protegía un inmenso y tétrico cuadro de un bombardeo, que junto a los cristales rotos cayó con gran estrépito sobre mí. Un insoportable dolor invadió mi cuerpo. El Guernica. Siempre había querido verlo de cerca, pero esto parecía más una cruel broma del destino. Las personas corrían de un lado a otro sin reparar ni un segundo en mi. Me retorcí. Intenté huir. Al final comprendí que era inútil. Cerré los ojos con fuerza y finalmente eché todo el aire de mis pulmones en un prolongado y triste suspiro.
Y ya está. No hay más. Aquí acaba la historia.
FIN
