Capítulo cinco: ojos rojos

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-Mikoto, regresaré en la tarde. -

Avisó Munakata en lo que acomodaba su espada amarrada a la cintura.

-Sí. -

Dijo el pelirrojo acostado en el pasillo de madera del templo que daba al amplio patio.

-No vayas a causar problemas. -

Miró de reojo al muchacho quien parecía un vagabundo por la forma despreocupada en que se encontraba echado.

-Sí. -

Nuevamente, Mikoto se limitaba apenas a emitir sonido para responder al mayor.

-Nos vemos. -

-Adiós. -

El joven demonio hizo un gesto con la mano para despedirse y luego continuó con su ardua tarea de no hacer nada. Cerró sus ojos, limitándose a sentir aquella brisa suave que mecía las ramas de los árboles. La calma reinaba en el patio del templo, como solía ser la mayoría de las veces. No había nadie que pudiese perturbar la paz donde el pelirrojo estaba inmerso. Pasados unos minutos, terminó dormido y, al cabo de una hora, despertó con la intención de salir al pueblo un rato, sólo para dar una vuelta.

Ya en el pueblo, Mikoto caminaba por las calles con tranquilidad. No tenía nada que hacer, ninguna prisa, ni trabajo, el día era completamente suyo hasta que llegara la tarde donde Munakata seguro lo buscaría, si es que no se aburría antes y decidía volver al templo. De pronto, la voz de una mujer llamó su atención. Por lo visto, estaba buscando a una niña, pero no se preocupó por preguntar, no planeaba meterse.

-Mikoto~ -

Reconoció aquel tono alegre al instante, se trataba de Totsuka, el muchacho que cuidaba de él cuando era un niño.

-¿Qué haces por aquí? -

Preguntó el castaño pues le sorprendía verlo en el pueblo solo ya que siempre andaba con el capitán.

-Munakata se fue y no volverá hasta la tarde, así que salí un rato. -

Respondió sin más, sabía que el chico de ojos café no diría nada al respecto, incluso estaría de acuerdo con que anduviera por el pueblo más seguido.

-¿Tú qué haces aquí? -

-Fui a comprar comida para hacer en la noche. -

Respondió Tatara con una amplia sonrisa y su singular alegría.

-¡Ah! Toma, toma. -

Agarró un pescado asado insertado en una varilla y se lo entregó al pelirrojo pues sabía que le gustaría. Mikoto lo tomó con una leve sonrisa. Después de Munakata, Totsuka era la única persona con quien mantenía una relación, al fin y al cabo, era casi imposible que alguien como el castaño no pudiera llevarse bien con todos, o al menos la mayoría.

El pelirrojo inclinó su cabeza ligeramente en señal de agradecimiento, sin quitar aquella sonrisa leve de su rostro.

-Nos vemos en el templo, cuídate. -

Tatara hizo un gesto con su mano para despedirse y dejó al muchacho de ojos amarillos continuar con su paseo por el pueblo.

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⏰ Última actualización: May 19, 2019 ⏰

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