Lida iba caminando a casa luego de salir de su trabajo que quedaba solo a cinco cuadras. Era una noche nublada y las calles estaban solitarias; eran algo más de las ocho de la noche y a ella le faltaba poco para llegar. Pasaba por la calle que estaba junto al parque del barrio, cuando de detrás de un árbol salió un hombre armado con un puñal y la abordó amenazándola.
-No grites o te mueres -le dijo el rufián poniéndole el cuchillo en la garganta.
La empujó hacia un matorral que quedaba detrás del parque, un lugar sombrío lleno de basura y escombros donde los adictos a veces iban a consumir sus drogas.
-Quítate la ropa y no grites porque te mueres - dijo aquel maleante, que vestía ropa oscura para camuflarse en la oscuridad y estaba encapuchado.
Lida estaba petrificada del pánico, quería pensar que aquello era una pesadilla pero los gritos del bandido y el cuchillo que le maltrataba el cuello le hacían ver que su tragedia era real. Deseaba que alguien pasara y la ayudara pero todo era silencio, oscuridad y malos olores allí, en ese lugar tenebroso donde estaba tendida en el suelo y amenazada por un depravado.
Estaba viviendo lo peor que puede vivir una mujer, pero quería vivir, así que en contra de su voluntad se fue despojando de la ropa.
Toda aquella tortura ocurrió muy de prisa pero para ella fueron los segundos más largos de su vida. Lida contuvo la respiración y apretó sus labios de rabia y tristeza al sentirse impotente ante lo que le estaban haciendo.
Cuando el tipo terminó ella esperó con ansia levantarse de allí, pero no contaba con que el maleante no quería dejar testigos en aquel acto aberrante que había cometido.
El despiadado hombre clavó su cuchillo en el pecho de Lida y huyó del lugar entre las sombras.
Lida se levantó como pudo y así, desangrándose y a punto de perder el conocimiento caminó hasta la primera casa que vio; cuando los residentes de allí abrieron la puerta alertados por sus gritos y sus lamentos, ella se desplomó con su ropa rasgada y bañada en sangre.Dos semanas después Lida salió del hospital, había estado en cuidados intensivos y se salvó de milagro de perder la vida, solo dos centímetros separaron la puñalada de su dolido corazón que ahora tendría que acostumbrarse a vivir con aquella dura experiencia para siempre.
Lida recibió ayuda espiritual y tratamiento psicológico. Por su tenacidad y por contar con la ayuda de sus padres y sus amigos ella logró salir adelante y se graduó como odontóloga con muchos honores.Pero el trauma de Lida afectó su vida social y sobretodo su vida sentimental, le costaba acercarse a los chicos o permitir que ellos se le acercaran. Sin embargo un día conoció a Richard, un paciente muy simpático que llegó para que le realizara una limpieza dental.
Richard fue un paciente agradable que desde ese momento empezó a asistir para recibir tratamiento de manos de ella. Que necesitaba una calza, que quería liberarse de una caries, que un blanqueamiento... siempre encontraba la manera de visitar el consultorio de Lida, quien continuamente rechazaba sus invitaciones a salir.La familia de Lida y sus amigos cercanos la motivaron a darse la oportunidad de enamorarse de nuevo, como alguna vez lo hizo antes de vivir su horrenda experiencia. Ella trató de evitar sentir algo por Richard pero al final cedió a la persistencia y a la caballerosidad del muchacho.
Al fin le aceptó su invitación a salir, al fin permitió que él le declarara abiertamente sus sentimientos, y al fin lo aceptó como su novio.Richard trajo alegría y motivación a la vida de Lida, ella volvió a sonreír después de tantos años en que había perdido su sonrisa. Ella se enamoró de él, quien se convirtió en un gran apoyo para su vida, pero se enfrentó a la realidad de que iba a llegar el momento de tener con él un encuentro sexual, esta realidad le aterraba y trató de posponerla lo más que pudo.
Pero ese día llegó una noche, después de ir a cine, cuando él la invitó a su casa a tomarse unas cervezas.
Se sentaron en las escaleras del frente de la entrada principal, Richard, quien estaba al lado de Lida, la abrazó y empezó a acariciar sus brazos mostrándole su deseo de llevarla a la cama. Luego le dio un beso, al que ella correspondió, y poniendo su mano en el muslo de la joven le pidió que fuera con él a la habitación.