CAPÍTULO 50

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- Azael, suéltame - tapo mi boca para no hacer mucho ruido mientras me río.

- Quiero escucharte reír, Janine - dice poniendo sus manos en mi rostro, sintiendo cómo mi corazón se acelera solo por su toque, toco la pared de la habitación.

- Despertaremos a todos - digo tragando saliva, un poco agitada por las risas.

- No me importa - dice antes de besarme, con tanta necesidad y pasión que me deja sin aliento.

- Azael - digo entre el beso - estamos ebrios - menciono, consciente de que el alcohol hace rato dejó nuestro sistema.

- No sabes lo que haces en mí, Janine - dice luego de separarse de mis labios, mirándome con deseo - pero lo haremos a tu manera - me sonríe de lado, me siento incómoda mirándolo - iré por una ducha fría - dice antes de dirigirse hacia el cuarto de baño, y yo bufo.

Camino hacia el clóset y saco mi bata de dormir y ropa interior. Me siento en la cama, esperando varios minutos a que Azael salga para poder entrar yo.

Mi mente no deja de dar vueltas sobre todo lo que a pasado esta noche, Víctor, Azael en esta habitación, deshago esas imágenes de mi mente.

Suspiro. La vida no ha sido fácil para mí, especialmente por malas decisiones, aunque en realidad no lo sean. Uno nunca termina de conocer verdaderamente a la persona que ama; a veces, sus acciones nos decepcionan, como ahora me está sucediendo a mí.

El grandísimo imbécil está feliz y contento, mientras yo estoy sufriendo por las consecuencias de sus actos, que pueden parecer tonterías para otros. Trato de relajarme, pero la ira crece dentro de mí como nunca antes. Ahora que lo pienso, soy una mujer nueva, con la oportunidad de ser feliz.

Aunque este matrimonio pueda haber sido arreglado, aunque ahora no lo pienso así, lo estoy disfrutando. Me siento protegida, feliz y, sobre todo, amada, al menos eso quiero creer.

Dios, siempre con mi negatividad.

La puerta del baño se abre, sacándome de mis pensamientos, y veo a Azael con una toalla en la cintura, dejando ver su bien formado cuerpo. Abro la boca varias veces, pero no sale ningún sonido, mis mejillas arden.

- Puedes entrar - me dice primero, sonriendo de lado.

- Gra... gracias – digo tartamudeando, aclarando mi voz.

- De nada - camina hacia mí y besa mi frente antes de dirigirse hacia donde está su ropa, dejándome estática en mi lugar. Camino hacia el cuarto de baño, todavía en shock por su gesto al besarme. Me miro en el espejo y noto que mis ojos tienen un brillo especial, como el que acabo de ver en los de Azael.

¿Me estaré enamorando? ¿Será que Azael ha derribado mi pared de hierro sin que me diera cuenta? ¿Es esta la señal que Dios me está enviando para ser feliz? ¿Debo luchar por este compromiso y se vuelva real? Me quedo con estas preguntas en la cabeza mientras me despojo de toda mi ropa y prendas, quedando completamente desnuda. Abro el agua fría.

Después de media hora, salgo del baño y veo a Azael dormido de espaldas. Se ve tan tierno. ¿Quién lo diría? Este hombre, que aparenta poder matar solo con la mirada, muestra ahora una expresión de amor si logras tocar su corazón.

El cielo ya está comenzando a iluminarse; deben ser cerca de las 6 de la mañana. Decido descansar al menos un par de horas, así que me acuesto en el espacio que Azael ha dejado, sin poder creer todo lo que ha sucedido el día anterior. Cierro los ojos y dejo que el cansancio y mis pensamientos me lleven hacia un profundo sueño.

Flashback

- Tú eres April... no puedes esconderlo siempre - susurra una voz en mi oído. Giro, pero la oscuridad no permite identificar quién es.

Sálvame: El cambio que hace el amor verdadero a alguien con corazon de HierroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora