A esta edad y con tantas historias de amor, donde todo termina con la amada muerta, con la boda del sueño, o con una ruptura de un corazón. Yo no soy ninguno de estos abolengos de historias, soy un observador con el poder de hacer amor en una persona, y con el poder de olvidar el dolor. Vivir con estos dolores me es imposible.
La vida se puede fumar. Al principio sonaba tan descabellada la idea, pero cuando todo lo que te importa y el mundo de desmorona lo sientes así: Sientes cómo el respirar amor se vuelve tóxico para tus pulmones, que ver la belleza se vuelve niebla en tus ojos, que al probar el amargo lápiz labial sabe a sangre, que tu sonrisa se vuelve dióxido de carbono para su felicidad y que tus manos no quieren entrelazarse con ninguna promesa de engaño. Y así te fumas la vida. Tenía 13 años de edad cuando el amor me abrazó con sus usurpadoras manos y me mantuvo quieto, sonriendo a algo magnífico llamado corazón y algo perverso llamado tristeza.
Ese día conocí a Terra, nunca había visto tanta cantidad de belleza en una chica, nunca había sentido mariposas en el corazón y latidos en el estómago. Su belleza era inigualable, nunca voy a poder compararla con nada ni con nadie. La perfección ahora tenía 5 letras y mi boca de sapo estaba ansioso por hablar con su princesa. Digo mía pero no está a mí lado. Eso genera el amor, imaginación y dolor profundo de confundir el pronombre y cuando no la encuentras buscarle adverbios de lugar en un millón de palabras sin sentido de un diccionario. El mismo testigo de sonrisas al encontrar que la palabra Terra significa perfección, testigo de la tristeza al no encontrar cura para la palabra soledad y con tus uñas de poeta tratar de aruñar esa palabra y mandarla al realismo español en forma de proletariado.
Nunca podría haber pensado que algo tan hermoso como lo que me pasó al enamorarme me traería tanto dolor actualmente, tanto que no podría soportar el hecho de lo que me pasó; pero el arrepentimiento me mata, la vida me mata, recordar me mata y yo soy un suicida sin fuerza para dar un paso más.
Todo el mundo tiene dos corazones, uno con el que amamos y otro con el que vivimos. Cuando nos enamoramos sentimos con el corazón que amamos, pero cuando nos enamoramos de verdad le entregamos a esa persona el corazón con el que vivimos porque la necesitamos para vivir. Y así, tal y como a un asesino, la culpa me sigue; la culpa de amar, de amar a alguien que no podemos tener pero que seguimos amando.
No por ser masoquistas, porque lo necesitamos para vivir. Aún soy apacible, aún soy toxígeno, aún soy patógeno, aún soy biótico; pero vivo en la abundancia de ser trimegisto.
Editado por Samira Cisneros
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Conociendo a la soledad
RomanceSé que estás pasando por la misma estúpida hipótesis adolescente, te enamoraste, te enamoraste de sus defectos. Sientes que nadie ama como tú, y te volviste egoísta. Estas desesperado porque estás muriendo en vida, no logras encontrar la solución a...