Seis.

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Nos salimos antes del minuto ochenta

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Nos salimos antes del minuto ochenta. ¿Quién iba a prestar atención a Poniente, cuando todos los ojos estaban en el otro lado de la ciudad?

Eramos solo siete, puesto que salir en gran cantidad llamaría demasiado la atención. Incluso salimos por diferentes puertas. Era normal que la gente saliera faltando algunos minutos para que concluyera el partido, la mayoría lo hacía para no estancarse en el tráfico que se ocasionaba en el estacionamiento. Pero no quienes eran parte de los Maleantes, por ello tuvimos que salir dejando una brecha de minutos entre uno y otro.

Mientras esperábamos que Los del infierno llegaran, pasamos el rato en un pub frente a la estación del tren. Hubo un pequeño grupo de ellos que llegó antes, pero nosotros no queríamos a cualquiera, queríamos toparnos a Sam y sus perras, porque uno de ellos, había sido quien nos había robado. Pero ninguno pensó que Los del infierno llegarían casi cuatro horas después del juego, incluso creímos que no llegarían.

Fue Renato él que los vio correr hacía acá. Nos ubicamos en puntos estratégicos para que no nos notaran cuando pasaran por sus boletos. Caminaban con urgencia para subir a tiempo al tren, bromeado y chocando entre sí. Me ubique detrás de una columna que no les permitiría verme, sin embargo, me dejaba el camino libre para observarlos.

Como uno, salimos de nuestros respectivos escondites. Requena fue al medio, yo a la derecha, los chicos a nuestro al rededor, obstaculizando la entrada al tren. Se enderezaron de inmediato cuando nos vieron frente a ellos. Sam fue quien nos vio primero, y se detuvo de golpe, haciendo que los demás levantaran la cabeza, prestaran atención a su alrededor. El tipo al que apodaban León, se plantó a la derecha de su jefe. Y un rubio de cabello largo, a la izquierda. Hicieron y deshicieron en puños sus manos, uno de ellos, el mas bajito, rodó su cuello y trono sus dedos, brincoteo en su lugar, y sonreí. Oh, como iba a disfrutar masacrar sus feas cabezas. Ellos solo eran cuat...

La chica salió por detrás de la rubiecita, no se inmuto. Miro a cada uno de nosotros, de arriba a abajo, se tomó su tiempo, la esquina izquierda de su labio quiso elevarse un par de veces, al final solo rodó los ojos e hizo una mueca grotesca.

—Tanto tiempo, Éire. Te extrañé. —masculló Requena al verla, dando un paso adelante.

Los cuatro hombres dieron un paso enfrente, protegiendo a la chica. —No le hables, Facundo, ni siquiera la mires. —gruñó León, pero a ella le dio igual que intentaran ponerla atrás y paso por en medio de Sam y León.

Tenía una estatura media, la mayoría le sacábamos unos veinte centímetros. No tenía nada de inusual, un rostro bonito, de facciones comunes que podías encontrar en cualquier lado. De piel muy blanca, con cabello negro y ojos marrones. Llevaba un piercing en medio de su labio inferior, y ambas orejas estaban adornadas con muchos aretes pequeñitos. Incline un poco la cabeza para verle el trasero, en parte para fastidiarlos y en parte porque era ley. El acto como era de esperarse, tensó mas a Los del infierno, pero ella no me dedico mas que un vistazo.

Barrabrava.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora