Sang Hyuk acababa de convertirse en un adulto legal cuando conoció a su Sugar Daddy. El hombre que rozaba los cincuenta años, era alguien bastante bien conservado, atractivamente hablando. De complexión delgada y el cabello canoso, era alguien que aún se mantenía en forma con la ayuda de una buena rutina de ejercicios y una alimentación bien balanceada. El señor D, el cual era la forma en la que Sang Hyuk solía llamarlo, aún conservaba aquel toque de atractivo masculino que había hecho suspirar tanto a mujeres como hombres, en su juventud. Además, era el responsable directo de cumplir todos los caprichos de Sang Hyuk.
El señor D sabía de él únicamente lo necesario. Trivialidades como a cuál universidad asistía, que ropa y calzado era del gusto del menor y en donde le gustaba más, pasar sus vacaciones. Así como cuales eran sus amistades más cercanas y a que se dedicaban cada una de ellas. Él sabía todo, al menos todo lo relacionado a Sang Hyuk que se podía ver o rastrear a través de una tarjeta de débito sin límite de crédito. Sin embargo, quien no sabía absolutamente nada era Hyuk, quien había sido contratado por una agencia de colocación para Sugar Babes y llevado antes su Sugar Daddy, después de un entrenamiento previo, en el que le enseñaron cómo comportarse, que decir y que hacer, todo con tal de satisfacer a la perfección a otra persona.
La única cosa que Hyuk si sabía, era que el hombre — a quien sólo le decía Daddy cuando cumplía algunos de sus caprichos, ya fuera dentro o fuera de la cama — era asquerosamente rico, tanto que, cómodamente podría mantener la vida de otros tres Sugar Babe si él quisiera.
¿Y por qué no debía saber nada de su Daddy? Sencillo, no debían mezclarse el placer y las cuestiones personales, sobre todo porque no era bien visto que un hombre hecho y derecho de la talla de su Sugar Daddy, tuviera amoríos explícitamente sexuales con un muchacho muchos años menor que él. Sin embargo, las cosas no suelen salir siempre como uno las planea...
* * *
— ¿Hoy verás al señor D? — cuestionó Sung Jae su mejor amigo, quien también era un sugar babe.
— Sí, el chófer va a llevarme a su empresa, es que últimamente ha estado algo estresado por el trabajo y... me necesita — comentó Hyuk pavoneándose mientras revisaba su teléfono.
— Claro, más bien el que parece urgido por algo de acción eres tú.
Hyuk levantó la mirada del aparato electrónico y mostrándole una sonrisa con picardía agregó.
— Sí puede ser.
— ¿Lo admites así sin más? Amigo, creo que ese tipo de la otra noche te dejó algo trastornado...
Hyuk solía ser alguien bastante fiel a su Sugar Daddy, no porque estuviera enamorado o algo parecido, era más bien una cuestión de principios; según él, ya que el señor D, se ocupaba de pagar todos sus gastos con tan sólo pedirlo, al menos él, debía no engañaron descaradamente como la gran mayoría de sus amigos Sugar Babes, solían hacer. Después de todo, Hyuk vivía independientemente en su propio apartamento y sólo veía al señor D, cuando este lo buscaba, cosa que, a últimos meses, había reducido sus visitas a unas cuantas cada mes.
—... Pero dime una cosa, ¿por qué vas a ir a su empresa? ¿creí que estaba prohibido mezclar la vida personal con el placer?
— Eso ya lo sé, pero ayer que hablé con él me dijo que no hay ningún problema en que me presente ahí, además, no me voy a presentar como su Babe, diré que soy algún nuevo interno o que sé yo...