VII. Adiós a Malena

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Me demoro unos minutos en recuperar mi aliento.  Ya no soy el muchachito atlético que alguna vez fui o que me gustaría pensar que alguna vez fui.  Y es que esta vez no se trata solamente del esfuerzo físico que hice para salir corriendo de la casa de William.  En tan mala condición física no me encuentro.  Se trata también del susto.  Del pánico que sentí cuando me sujetaron del cuello, cuando me sostuvieron en el aire.

Sé a un nivel racional que William no permitiría que me maten.  Me necesita para mantener la maquinaria que es el Grupo De la Cruz funcionando.  No obstante, cuando Malena me tuvo sujeto otra parte de mi cerebro estuvo al mando.  La que no piensa las cosas.  La que reacciona a nivel más instintivo.

La que está al mando cuando me encuentro frente a vampiros.

De hecho, aun está al mando en este preciso momento.  Por eso aun no puedo hacer nada.  Aun no puedo pensar qué es lo que debo hacer ahora.  Es más, aun tengo problemas para convencer al resto de mi cuerpo de que respirar es mucho más que solamente un hábito útil.

"Señor",repite Marta a mi espalda. "Necesito saber que se encuentra bien.¿Desea que lo llevemos a la clínica?"

Se refiere, por supuesto, a la pequeña clínica que tenemos aquí en la calle Abastos.  Un establecimiento mantenido por el Grupo De la Cruz con dinero de vampiros.  Yo sé las cosas que pasan ahí dentro y es el último lugar al que querría ir en mi vida.

"No,no", le digo levemente. "No hace falta. Solo dame unos minutos para recuperarme"

Por supuesto, esto es mentira.  No necesito unos minutos.  Necesito mucho más.  Lo que William y Malena me han otorgado, además de un susto que no voy a olvidar pronto, es la pieza que necesitaba para terminar de decidirme.  Si Laura me quería en su equipo, ahora me tiene.  Lo que sea que me pida, se lo voy a dar.

Es la única manera.  No puedo seguir viviendo así.  Y si mi posición me permite tomar las acciones necesarias para poder liberar al mundo de este mal, pues, la usaré.  Es lo responsable.

Prefiero que mis hijos me recuerden como el valiente que murió intentando mejorar al mundo que el cobarde que dejó todo como estaba.

"Señor",me dice de pronto en voz baja Marta. "Creo que va a ser mejor que nos movamos de..."

Pero mi guardaespaldas no termina su frase.  Esto es usualmente una mala señal.

Muchas veces me han dicho que el sonido de una bala disparada por una pistola con silenciador es imaginario.  Que la mayoría de las veces uno no escucha realmente ese sonido, sino que se lo imagina.  Uno cree haberlo escuchado, pero en realidad no lo hizo.

En esa oportunidad podría jurar que sí lo escuché.

De todas maneras, acepto que es posible que no haya escuchado realmente el sonido de la bala siendo disparada.  No obstante, la bala atravesando la frente de Marta y saliendo por su nuca, expulsando sangre y partes de su cerebro ciertamente sí lo escuché.  Lo escuché y lo vi.  Y me salpicó también.

El cuerpo de Marta cayó al suelo de la calle.  La sangre y los pedazos de cerebro también.  Parte en mi ropa.

"¡Cúbrase!¡Detrás de ese carro!", me grita Jimmy, pero es demasiado tarde.  Juraría que la segunda bala también la escuché siendo disparada.  En el fondo sé que fue mi imaginación.

Jimmy cae de espaldas, la mitad de su cabeza ya no está en su lugar, sino esparcida por la acera.  En esta oportunidad el francotirador fue lo suficientemente considerado como para que no haya más materia gris salpicada en mi ropa.  La de Marta había sido suficiente, por lo visto.

Los vampiros de la calle AbastosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora