La conspiración

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Nevaba copiosamente en los jardines de palacio. Atine II recreaba su vista en tan inmaculada estampa dejándose envolver por su pureza desde la ventana de la biblioteca. Era su estancia sagrada.
Rey por la sangre de sus antepasados que durante generaciones se sucedían en el trono sin más condición que ser hijos de quienes lo habían ostentado, siempre había sido leal a su estirpe defendiendo su corona a pesar de no haberla amado.
No era fácil mantener la paz en una corte donde el ansia por el poder reinaba sobre cualquier otro interés. Si hubiera podido elegir no habría sido Rey.
Su padre le había enseñado desde niño que a quien se debe temer no es al opositor incansable que lucha por arrebatarte el mando para dibujar nuevas fronteras a su reino, si no al enemigo que convive dentro.
El contrincante es previsible; es posible diseñar una estrategia que le venza. Sin embargo el enemigo es oscuro. Su proceder silencioso, sibilino...debilita la defensa y dificulta la victoria.
Así era. Tan solo unas horas antes, arropado por el olor a limón y a hierbabuena de la piel que lo envolvía en el lecho de su cámara, de los mismos labios que clandestinamente entre los suyos apresaba para liberar su deseo había conocido que uno de sus generales urdía una conspiración para derrocarle.
Su incondicional y fiel amante Melina, más incluso de lo que él era a sí mismo, arriesgando su vida, gesto una trampa para confirmar lo que hacía tiempo sospechaba. No fueron necesarias balas ni espadas, solo valor y el instinto que la guió hasta la trama.
Jamas lo hubiera imaginado de Hangel, general de caballería, devoto y atento servidor. Profundamente Reservado, nunca cuestionaba las órdenes de su monarca, tan solo las acataba. Desconocía que ese tipo de sirvientes  son precisamente con quienes un rey debe mantenerse vigilante.
Comprobo que había conjurado a sus espaldas ganando adeptos para derribarle con facilidad a cambio de prebendas y más poder... porque el deseo del hombre de dominar es infinito.
Conspiracion y traicion siempre se tejen dentro.
"Como no amar a Melina?" Pensaba Atine al tiempo que, a pocos metros de allí, sus soldados, fusiles en mano, bajo la intensa nevada teñida de púrpura, ponían final a la vida de un traidor.

INMA GÓMEZ

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⏰ Última actualización: May 12, 2019 ⏰

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