CAPÍTULO 12

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MALIA

La mirada del chico es grisácea, y se mantiene constante, sin pestañear ni una vez, mientras preparo los tubos de ensayo con los líquidos que voy a verter.

No puedo evitar mirarle con el ceño fruncido, de reojo, sin ser vista por él, manteniéndome constante en el pensamiento de lo que acaba de ocurrir.

Es un chico de constitución fuerte, con el cabello negro y medianamente largo, con las venas de sus brazos sobresaliendo de ellos, de un color gris oscuro que asustaría a cualquiera.

Trago con fuerza cuando la profesora nos indica que el experimento debe comenzar, y me asusto cuando se gira de golpe para agarrar de entre mis manos el matraz que estoy sujetando.

—¿Cómo te llamas?—Pregunta con una voz tan grave que me deja de piedra.

Dudo en si contestar o no, y cuando suspira con profundidad, asumiendo que no voy a hacerlo, suelta el objeto de entre sus manos.

—¿Te ha advertido ya?—Pronuncia, dejándome con la cabeza todavía más confusa.

Frunzo el ceño con confusión, intentando procesar su información, pero no resulta.

—El perro del infierno...—Susurra como si lo que estuviese diciendo de verdad fuese algo que pudiese comprender.—¿Te ha advertido, verdad? Pero tú no sabes de qué, a que sí.

—No sé de qué estás hablando, pero me gustaría aprobar el examen. ¿Te parece bien si nos concentramos en esto?—Alzo uno de los tubos y lo meneo en su cara.—¿Sí? Perfecto.

Sonríe.

—No quiero hacerte daño, Malia.—Susurra.—Bueno, en realidad sí.—Espeta, como si fuese lo más normal del mundo y procuro que no se note lo muy asustada que me deja su declaración.—Pero no lo haré hasta que ella lo diga.

Mira hacia la ventana, y no puedo evitar como humana que soy mirar también por pura curiosidad, a pesar de lo jodidamente asustada que estoy.

Hay una mujer, de cabello recortado, tanto su perfecto flequillo negro como el resto de su pelo cayendo por encima de sus hombros. Es negro, tan negro como el del chico, y sus facciones son tan parecidas que asusta.

—¿Así que por qué no acabamos con esto y me dices qué eres, Malia?—Me giro con la alarma encendida, sin saber qué demonios contestar a eso para salvar mi vida, y me mira con el ceño fruncido cuando no contesto.—No lo sabes...

Trago con fuerza y desvío la mirada avergonzada.

—Que cruel por su parte.—Susurra.—Mantener su silencio para que seamos nosotros mismos los que lo descubramos.—Mira de nuevo hacia la ventana y sonríe.—O quizá él tampoco lo sabe todavía...—Dice para sí mismo.

Su sonrisa de medio lado me pone la piel de gallina, y cuando creo que se decide a no decir nada más, me roza con una de sus congeladas manos, a lo que yo respondo con un movimiento rápido y por instinto de alejarme.

La profesora nos observa, pero no le da importancia y sigue leyendo su revista.

Suspiro.

—¿Qué haces?—Pregunto en voz baja y con la mano aun temblando.

—Asegurarme de que no eres uno como él.

Frunzo el ceño con interés e intento ignorarle de nuevo.

—No sé de quién me hablas.

Alza sus cejas y me mira con la nariz puntiaguda que tiene apuntándome directamente.

HELLHOUND | Libro I ¡YA A LA VENTA! ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora