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     Se acercaba el ciclo. Cleodata mantuvo contacto con Ariel y a cada oportunidad le recordaba el porqué de este movimiento.

     También se recordaban una a la otra que pasara lo que le pasara a una de las dos líderes, la otra continuaría guiando a las cybertronianas a un nuevo futuro.

.   .   .

     Megatron estaba parado en el centro de la arena del Torneo de Campeones, admirando el pozo de gladiadores. Cleodata se acercó por detrás, lo veía preocupado. Le hizo compañía con unas caricias sobre su hombro, pero la preocupación persistía.

     —Mañana es el ciclo, mi lord —dijo Cleodata admirando la misma vista de su Conjunx Endura.

     —Finalmente el Consejo nos escuchará.

     —¿Y ya sabes lo que le dirás al Consejo?

     —Solo soy un gladiador, mi lady. Hablaré de la manera en que sé hablar.

     Cleodata rió. —Ha pasado mucho tiempo desde que tú eras solo un gladiador, Megatron. Tal vez es tiempo de dejar de pretender que eres simple e ingenuo. ¡Mira hasta dónde has llegado! Si fueras tan solo un gladiador grisáceo no hubieras llegado más de la siguiente batalla. Cuando vayas a la Cámara del Alto Consejo, necesitarás presentarte a ti mismo como líder de un movimiento legal. Si ellos piensan que eres solo un gladiador, te echarán en un nanociclo y no tendrás una segunda oportunidad.

     Megatron se pausó y pensó sobre esto.

     —Sé que puedo contar contigo para consejos, Cleodata. Lo tomaré en cuenta. —Después hizo otra pausa—. ¿Puedo contar contigo para que hables por mí?

     —Por supuesto, amado mío. —Cleodata se estiró a plantarle un beso en la mejilla. En ese mínimo instante del tacto de los labios de ella contra su carcasa él sintió calma dentro de su tormenta, que se reflejó con el fantasma de una sonrisa por un nanosegundo—. Si me necesitas, estaré con Soundwave arreglando lo de mañana.

     Cleodata se despidió con una leve caricia en el brazo de él y se dirigió a la salida de la arena. Las fuerzas del rey estaban bajas. Megatron no podía negar que estaba ansioso y no quería que ella se alejara, menos en estos momentos.

     ¿Qué será de mañana?

     Necesitaba apoyo. Necesitaba de ella.

     Antes de que Cleodata pudiera salir de la arena, Megatron se encaminó a detenerla. Soundwave estaba del otro lado de la puerta esperando a Cleodata. —Soundwave, cierra la puerta —dijo Megatron acercándose a Cleodata por detrás. Cuando Soundwave bloqueó la salida, Megatron gritó desde adentro—. ¡Y no espies! ¡Es una orden!

     Cleodata estaba frente a la puerta, y Megatron a su espalda. Él la sorprendió apoyando una mano —con un fuerte golpe— en la puerta, asustándola de la impresión.

     —Te necesito a mi lado —susurró detrás de su oído.

     Megatron dejó caer su cabeza rendido en el hombro de Cleodata y se regocijó plantándole mordidas. Y por cada mordida un beso. Cleodata se quejaba del dolor de cada clavada de dientes pero no podía negar que lo disfrutaba a su manera. La otra mano de Megatron recorre la parte inferior de Cleodata. Desde la cintura baja por la cadera y termina explorando las piernas. Esa mano en la pierna fue el causante de que la espalda de Cleodata se retorciera en el pecho de Megatron.

     Entre pesados jadeos Cleodata habló. —Así que . . . el gladiador . . . quiere un último combate . . . en . . . la arena . . . —Ella miró sobre su hombro. Megatron seguía con las mordidas y besos. Ella pasó la mano por detrás del cuello de Megatron, aferrándose a él, embriagándose con sus caricias. Pero si este era el último combate en la arena, lo iba a hacer valer—. De nuevo olvidaste la primera regla. —Con la mano detrás del cuello de él, le clava las garras haciéndolo gruñir. Algo ebria, se separa de él y corre hasta el centro de la arena—. Intenta derrotarme, campeón.

Gladiador GrisáceoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora