Caos

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Hyakkimaru estaba obsecionado con recuperar su cuerpo a tal punto que ya no escuchaba razón, cuando Dororo se detuvo frustrado por no poder hacer entender al mayor Mio lo acompaño e intento gritarle para que se detuviera pero no hubo resultado alguno.

— Dororo... — miró al menor con pena — debes comprenderlo, el quiere hacer lo mismo que nosotros — susurró poniéndose en cuclillas — aunque es aterrador debemos hacerle ver que no todo se obtienen con muerte — susurró acariciando sus cabellos.

— Tienes razón — susurró luego de pensarlo — debemos cambiar a mi hermano — se volteo al escuchar una voz conocida y fruncio el ceño al ver a los traidores que habían avandonado a su padre.

Mio se acercó a Dororo e intento protegerlo pero se vieron superados en numero por lo que tuvieron que seder.
El pequeño azabache se quejaba molesto por como era tratado pero temía por la integridad de su ahora hermana mayor, la habían visto con ojos indecorozos y no quería que le hicieran algo malo.

Tras escuchar el plan de apoderarse del dinero que su padre reunió y luego de llevarlos al lugar de destino, lo habían dejado amarrado a un árbol cosa contraria de Mio que yacía tirada en el suelo cual muñeca frente a Dororo; la chica había sido llevada a un lugar aparte en donde los hombres habían gozado de su cuerpo sometiéndola a un trato violento, con sus ropas sucias, manchadas y rotas, su piel lastimada, su garganta rota por tanto gritar y con la vista perdida se quedo quieta donde la habían dejado.

— ¡Mio! ¡Mio! — gritaba el menor intentando llamar la atención esperando que la castaña estuviera viva. — ¡Levantate!— pataleo intentando safarse de las cuerdas.

—Dororo — Hyakkimaru apareció acercándose al menor mientras rompía las cuerdas.

—¡Hermano! Regresaste — sonrió aunque luego corrió hacia la chica que yacía tirada — Mio no responde, hermano, esas personas... Los amigos de mi padre... Le hicieron algo horrible — sollozó volteando a ver al mayor.

El azabache se acerco hasta el menor arrodillándose tocó con cuidado el cuerpo golpeado de la castaña, percibió el dolor y sufrimiento en su alma tambaleante, como si en cualquier momento se extinguiría.

—Mio — susurró abrazándola contra su pecho intentando reconfortarla.

— Regresaste — susurró sonriendo levemente —  intente proteger a Dororo pero no pude hacer mucho — la chica susurró perdiendo el conocimiento luego de eso.

Conmocionado por lo que acababa de suceder, el azabache dejo con delicadeza a la chica en el suelo y se levanto molesto.

— Cuida a Mio, volveré enseguida — caminó hacia la montaña.

—¡Oye! — Dororo grito pero no fue escuchado.

Todo se había complicado muy rápido.

La vida de una hermana mayor. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora