Capítulo I

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10/02/2015

6:33 pm

Hacía un día frío, más frío de lo común. La gente caminaba por las calles bien abrigados e intentaban refugiarse del fuerte viento en cualquier establecimiento.
Caminé rápidamente por la acera ciñéndome mi bufanda roja y la chaqueta marrón larga, traté de apresurarme sujetando mi mochila azul oscuro del colegio contra mi pecho.
Crucé un pequeño callejón entre dos edificios bajos de aspecto abandonado, a papá no Le gustaba que me metiera por esos lugares porque me decía que eran peligrosos, para una niña de 14 años desde luego que eran peligrosos, pero hoy quería llegar pronto a casa y casi corrí por el sendero hasta llegar a la calle que llevaba a mi casa.
Vivíamos en una casa de tamaño mediano en un barrio tranquilo y familiar, pude ver a lo lejos la casa de paredes blancas y de puertas azul claro de madera, me sorprendió no ver la luz del porche encendida, papá siempre la dejaba encendida para mi.
El son caía ya por el horizonte, y la poca luz que aportaban sus rayos dorados apenas iluminaban el húmedo camino de gravilla hasta la entrada de mi casa, subí los dos escalones de madera del porche y llegué hasta la puerta principal. Note que la puerta de madera se encontraba entreabierta un poco. Me recorrió una extraña sensación que en ese momento no pude identificar, papá nunca dejaba la puerta abierta.
Nuestro vecindario era de clase media, pero siempre me pedía que tuviera cuidado con ese tema.

Empuje la puerta la cual se abrió con un suave crujido, el interior de la casa está oscuro y frío, pude percibir un olor extraño que no identifique. Entré en la casa lentamente, mi instinto me decía que algo no estaba bien. La casa oscura y fría me revelaba que papá no estaba en ella, lo cual era imposible porque los viernes él siempre me esperaba en casa para salir a cenar, era nuestra tradición.

Mis pasos no hicieron casi ruido al pisar el felpudo verde oscuro de la entrada, caminé despacio internándome en el pasillo en penumbras que daba al salón, las paredes verde claro estaban cubiertas de fotos mías y de papá, y alguna de cuando era bebé, ninguna de mi madre, la cual nos abandonó cuando cumplí los 3 años.

Me asomé en la amplia entrada en forma de arco que daba al salón, todo se encontraba en completo silencio. La escena que me encontré me dejó paralizada, la habitación tenía un aspecto normal hasta que baje la mirada al suelo, ahí frente la gran poltrona marrón oscuro que usaba para ver la televisión se encontraba él.

Estaba tendido en el suelo boca abajo, al principio no vi la mancha rojo oscuro que había alrededor de su cabeza manchando la moqueta de color claro que cubría el suelo. Bajé los dos escalones que había desde el pasillo hasta la sala y me arrodillé junto a él sin comprender, al acercarme vi su rostro inexpresivo, frío a mi tacto. Sus ojos grises miraban el vacío, sacudí su hombro y noté el pequeño orificio de bala en un extremo de su cabeza, por donde había salido la sangre oscura y espesa que ensuciaba la alfombra y ahora mis rodillas al inclinarme sobre él.

-¡Papá!-.Grité desesperada. - ¡No! ¡No! ¡No! No puedes estar muerto, despierta papá, ¡despierta!-. Los gritos salían de mi garganta mientras lo sacudía inútilmente, las lágrimas bañaban mi rostro.

No recuerdo cuanto tiempo exactamente estuve así, llorando y gritando su nombre, aunque sabía perfectamente que estaba muerto. Mi cerebro se había paralizado por el terror y el dolor de pérdida. Una vecina oyó mis gritos y se acercó a mirar, vio horrorizada la escena y llamó a la policía.

Era noche cerrada y yo no podía sentir mis pies entumecidos por el frío. Me aferraba al cuerpo de mi papá con fuerza y seguía llorando con fuerza cuando vi las titilantes luces que entraban por la ventana de 2 dos patrullas aparcadas en la calle frente a mi casa.

La ciudad del pecadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora