Eran las 3:45 de la tarde en el asilo para enfermos mentales, situado a las afueras de la ciudad. El sol era inusualmente ardiente en ese momento y desde el poniente golpeaba duramente la fachada frontal del edificio. El jardinero cortaba el césped con su podadora de motor mientras paralelamente, en el interior del reclusorio, concluía una intensa partida de ajedrez entre un esquizofrénico con problemas para controlar la ira y un imbécil; tal vez sea mejor llamarlo "retrasado" pues, no quisiera ser despectivo.
— ¡Jaque mate!, dijo babeando y aplaudiendo el retrasado — Te he ganado, Juli, continuó, con la estúpida expresión en su rostro y los ojos desorbitados.
— Sí, el imbécil te ha ganado, Juli. — Susurró burlonamente la voz que le hablaba dentro de su cabeza desde que era un niño. "Juli", como odiaba ese nombre. Así, era como lo llamaba su padre antes de golpearlo por hacer alguna travesura, siempre respaldadas por la maldita voz en su mente — "Ven aquí Juli, no te haré daño." Eso le decía su padre justo antes de lastimarlo.
— ¡Julio, me llamo Julio, maldito retrasado! — Gritó Julio Arismendy mientras apretaba los puños golpeando la mesa. Las fichas volaron por doquier frente al sonriente retrasado. Ni siquiera sabía su nombre, pero tampoco le importaba, así que lo llamó "Eddy" en su cabeza. Odiaba a Eddy el retrasado.
Oh, esa asquerosa sonrisa a la que le faltaban algunos dientes está a punto de desaparecer. Julio tomó el tablero de ajedrez hecho de madera, lo cerró por la mitad y se levantó rápidamente, la abertura trasera de su bata de paciente, dejó ver sus posaderas extrañamente pálidas y a la vez amarillentas. Aferró el rectángulo fuertemente y lo impulsó contra el rostro de su adversario que no dejaba de sonreír y un golpe seco retumbó en la habitación. Los demás pacientes, no menos locos que el bueno de Eddy o el iracundo Julio, gritaron y saltaron desordenando toda la habitación de paredes color rosa pastel.
Rápidamente, Julio saltó sobre Eddy que había caído de su silla de ruedas y no paraba de sonreír, incluso con menos dientes que antes, la nariz desfigurada y una gran cantidad de sangre brotando de ella. Veloces pasos se escucharon fuera, se acercaban desde una distancia considerable a la habitación de juegos, mientras un segundo golpe asestó contra la cabeza del retrasado, mucha más sangre comenzó a salir de una gran herida abierta en el cuero cabelludo y un tercero, cuarto y quinto golpe sobrevinieron, allí perdió la cuenta y la masa encefálica de Eddy se esparció en el suelo y las paredes. Partes de cráneo, piel y músculos volaban por todas partes; incluso el rostro de Julio con sus expresiones simiescas, mostrando sus encías y dientes con los ojos como platos, se manchó con el líquido que alguna vez le dio vida a su enemigo de ajedrez.
Dos guardias entraron a la habitación y no pudieron reconocer a la persona que se hallaba bajo los pies de Julio, pues no quedaba más que un cuello que sostenía parte de una cabeza sin rostro y con una lengua que se asomaba desde lo que parecía ser una boca. Se abalanzaron sobre él con armas eléctricas. Julio perdió el control de su cuerpo por la electricidad y solo sintió la tibia sensación de su orina bajando por sus piernas, su mente lo dejó lentamente, mientras que la voz de su cabeza reía con maléfica estridencia — Juli, viejo amigo, ha quedado igual que papá. El esquizofrénico Julio, cayó al suelo inconsciente.
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Un Cuarto Color Rosa
HorrorUn sol ardiente, una partida de ajedrez, dos personajes completamente locos y la ira de un esquizofrénico.