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—Traje helado de chocolate y de vainilla con caramelo. —Anunció Grace entrando por la puerta de mi habitación con su pijama puesta.
—¿Porqué traes puesta tu pijama? —Pregunté confundida.
—¿No es obvio? dormiré aquí. —Dijo haciendo énfasis en la última palabra.
Rodé mis ojos y me acerqué a ella, arrebatándole la bolsa de halado de las manos.
—Conste que solo lo permitiré porque se me antoja comer helado. —Le advertí, una pequeña sonrisa se le formó en los labios.
Me tumbé en la cama y ella hizo lo mismo a mi lado, ambas miramos hacia el techo.
—¿Desde cuando te empezó a gustar? —Inició, y aunque no quería hablar del tema, necesitaba sacarlo de adentro.
—Desde que tropezamos con él en la universidad, el primer día de clases.
—¿¡Es enserio!? —Exclamó reincorporando su cuerpo en la cama.
—Si, soy una completa estúpida, ¿no es así?
—No Elena, es solo que...debiste habérmelo dicho, me siento culpable por haberte contado todas aquellas cosas en la actividad de Londres sin saber que Azriel te gustaba, es que, nunca imaginé que te llegase a gustar ya sabes, porque...
—Porque somos muy diferentes, porque el cree en Dios y yo aún no, porque no soy una chica cristiana. —La interrumpí, cotorreando las palabras que pensé que ella diría.
—¿Aún no crees? —Su pregunta me hizo pensar.
Dudé un momento en responder, y era precisamente porque no sabía la respuesta, no era como antes, que tenía un millón de teorías para justiciar mi falta de creencia. Ahora me sentía de una manera distinta, era como si Azriel hubiese destruído todas mis teorías con sus estudios bíblicos y ya no recordase ninguna.
Había dejado de sentir incomodidad en los cultos, no me sentía fuera de lugar, al contrario, sentía paz allí, había empezado a cantar pequeños coros de las canciones que ellos cantaban los sábados, y se sentía diferente ahora, era difícil para mi descifrar lo que estaba creciendo en mi interior.
