Caigo desplomada sobre la cama, colmada de explosiones que viajan por cada recoveco de mi cuerpo. Pero la liviandad que me recorre no dura mucho más que eso. Una sombra se posa sobre mis pensamientos al observar el movimiento de las nalgas de Eneas camino hacia el baño.
Todo esto es absolutamente insostenible, pienso. Es una realidad atrapada entre dimensiones paralelas. Un pasado doloroso a punto de volver, mi vida en una pendiente, el viaje que debe continuar y este suceso, tan disruptivo como inevitable.
Nada tiene coherencia, ni es empalmable.
Parece no haber guión. Ésta historia aparenta estar acéfala, como mi propia conciencia. Siento que tengo que escribir. Es la única manera de evocar los recuerdos que no quieren soltarse.
Tomo el celular y vuelvo a ver la portada que sigue dando vueltas por las redes, "Las nuevas formas de amar". Nuevamente recuerdo la discusión con Diego. Los ataques de pánico no empezaron de manera fortuita, tampoco la incontrolable atracción hacia Eneas, la desconexión tiene un porqué, mis apagones también.
Mi corazón late agitadamente, arde de recuerdos que necesitan brotar. Pero esta caja de pandora no se va abrir mágicamente. Solo en mí están signadas las combinaciones para liberar lo que hay allí dentro.
Atino a ponerme mi ropa interior. Al menos, es un paso. También, mirar la catarata de llamados y mensajes pendientes. Tomo la valentía para abrir los de Diego. Pregunta dónde estoy.
No se merece esto Diego. Una culpa enorme comienza a apoderarse de mí. Tipeo tan rápido como puedo para desprenderme de ella: Estoy bien, necesitaba estar sola, me registré en otro hotel. Perdóname. Solo te pido un tiempo, necesito ordenarme. Voy a ir sola hasta Amsterdam.
Ya lo decidí, pienso hacer el trayecto sola, tal vez en tren. Pero necesito hacerlo por mi cuenta, para liberar los fantasmas y encontrarme con lo que hay detrás de todo esto.
Apago el celular y lo dejo sobre la mesada. Mientras comienzo a vestirme, me topo con el dibujo de Eneas y quedo tildada observándolo. Mis pensamientos siguen su curso y trato de encajar esta imagen dentro de ellos.
Eneas sale del baño con el cabello mojado, a medio vestir, intentando descifrar qué es lo que acaba de cambiar y se acerca decidido para tomarme como si fuera su "otra" novia.
Pero esta vez, lo detengo.
—Basta, hasta aquí llego...—afirmo con la certeza del límite y de lo border.
—Qué lástima, Luciana está viniendo....
Sonríe con seguridad cómplice, como si hubiera aceptado lo que propone sin preguntarme.
—¡Eneas, estás demente, te vas al carajo! Lo que pasó entre nosotros tres, solo sucedió porque estabamos drogados —Golpeo mi sien con el índice—. ¡Pará un poco! reflexioná algo en algún momento....¿cómo puede continuar esto en la realidad? es claro que alguien va a terminar lastimado. ¡Es insostenible!
—Soy expeditivo con lo que quiero —continúa en su rol de guerrero triunfal.
—No quiero creer que sos esto, la verdad que no —su expresión cambia, ya no sonríe —. Prefiero creer en este Eneas —arrojo el dibujo sobre la cama.
Su gesto se transforma, mientras el papel se desplaza volátilmente, como si esa hoja, representara en este momento su propia fragilidad. En él, mis contornos desnudos en color azul, emergen de una angosta ranura, de la que se desprenden miles de estrellas del mismo color. Es la magia de ese beso en el pasadizo de Praga.
—No se puede vivir en un mundo de fría fantasía... somos personas de carne y hueso, con sentimientos, culpas, historias que nos acompañan —escupo con una voz bronquial.
Vuelve a mirarme con la misma expresión que cuando lo despedí en aquel metro en Praga. Es dolor orgulloso y silencioso lo que emana de sus ojos.
Continúo con dificultad señalando el dibujo.
—Por lo que veo ahí, esa frialdad que aparentas ahora no existe...—entrecierra sus ojos y deja de mirarme.
—¿Por qué esa necesidad de despegarte de todo aquello que te compromete un poquito emocionalmente? —enfatizo, como si me lo preguntara a mí misma—. ¿No será un mecanismo de defensa? —. Otra vez, me apunto a mí también.
Lo dejé mudo y sin sonrisa. Pero ahora estoy en otro plano, las imágenes me inundan, ya no puedo retener la compuerta de esta represa de recuerdos bloqueados. Solo sé que tengo que ser valiente e ir sola en esa búsqueda.
Golpean la puerta mientras termino de meter en mi bolso todas mis cosas. Eneas no deja de mirar hacia el piso, sentado en la cama.
Abro la puerta frente a una Luciana con un rostro inundado de susto y digo:
—No hay nada de qué temer, por favor Luciana... solo coraje nos hace falta.
Nos miramos fijamente a los ojos, sabe a qué me refiero, su mirada me da la certeza. No me pregunta nada más, tampoco puedo contestar algo más que ello en este momento. Y nuevamente corro, pero esta vez no para escapar, sino para ir en la búsqueda de alguien muy especial. Nada más y nada menos que de mí.
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El club
ChickLitUna atracción tan imparable como imposible. Un viaje en donde lo prohibido, los límites y las tentaciones pondrán a prueba una amistad. Un intercambio irreversible que aflora un drama oculto. Una protagonista contradictoria que desea, ama, odia y l...