El bullicio por parte de los comensales del comedor de la escuela era prácticamente todo lo que se podía oír en aquel lugar. La segregación social no era diferente en aquel lugar de encuentro para los que asistían a la escuela preparatoria James Lutherberd, sitio al que asistía Peter. Los jugadores de béisbol, baloncesto, atletismo u otras disciplinas deportivas, así como las porristas, eran los que estaban por encima de la cadena alimenticia de la sociedad escolar. Por debajo de ellos, estaban los chicos geniales, los cuales podían en ocasiones, estar codo a codo con los deportistas, aunque, normalmente, estaban en menor medida por su bajo rendimiento escolar. Debajo de ellos estaban los inteligentes; quienes a pesar de ser menos aptos para actividades físicas, como los primeros, o menos atractivos y con estilo, como los segundos, eran las personas que por su capacidad intelectual, obtenían el prestigio y respeto de los profesores, así como de una buena parte del estudiantado. Luego de ellos, estaban los otros grupos de estudiantes que tenían sus preferencias en cuanto a relaciones interpersonales: Los que disfrutaban ciertos programas de televisión o juegos, los que estaban interesados en la filosofía u otro ejercicio del pensamiento, los que siempre buscaban divertirse, y las personas que solo iban a la escuela para estudiar.
Peter, no pertenecía a ninguna de esas clases, sino a un grupo neutral en la que los individuos conversaban libremente de todo tipo de temas, o bien, eran miembros de la misma sección o grado.
Para la hora del almuerzo, era sumamente habitual encontrar a estos diversos grupos de personas reunidas en aquel espacio en el que todos podían hablar de sus puntos favoritos. Algunos lograban comunicarse normalmente entre ellos, más otros lo hacían alzando la voz para hacerse notar, sin embargo, el conjunto de voces daba como resultado aquel estridente momento en el que Peter, como todos los días de clases, se sentaba a comer en su mesa de siempre, a la izquierda de la puerta, dos mesas hacia el centro del comedor escolar.
—¡Peter, Peter!– dijo un muchacho de color que se acercó delante de él con el rostro lleno de entusiasmo – Ya salió el último número del comic de Dr. Who. ¿Quieres ir conmigo a comprarlo?
—No, Daniel– dijo Peter, negando con la cabeza -. Lo lamento, pero esta vez tengo que declinar.
—¡Pero es el último número publicado hasta ahora!– dijo Daniel, excitado.
—Lo siento. Realmente me gustaría decir que sí, pero no tengo ánimo de ir– declinó Peter, nuevamente.
—¿Es por tu abuelo?
Peter permaneció en silencio, dándole a entender a Daniel que sus suposiciones eran correctas.
—Entiendo. No es fácil reponerse de algo como eso– reconoció Daniel, preocupado.
—Quizá en otra ocasión vaya y consigamos el nuevo número.
—Nah, entiendo por lo que pasas, viejo– aceptó Daniel, que se sentó frente a su amigo el cual empezó a comer –. Oye, ¿ya tienes una idea para el ensayo de fin de año?– preguntó el muchacho que de inmediato se dispuso a comer de su propia bandeja.
—¡Rayos!
—No tienes nada, ¿verdad?
—Ni una mera idea– dijo Peter, ocultando su mirada cansada al poner su mano sobre su rostro –. He pensado en algunos temas, no obstante, creo que la mayoría de ellas son trilladas, sin mencionar que las que me parecen adecuadas, ya están siendo usadas por otros en la clase.
—¿Y qué?– cuestionó Daniel, mirando a Peter al tiempo que comía un bocado de croqueta de pollo – Deberías empezar cuanto antes, tan solo faltan 2 meses- dijo, preocupado.
—Lo sé, es solo que...
—Tu abuelo, ¿verdad? – anticipó Daniel, ahora comiendo un trozo de pan.
—Seee.
—Tendrás que... dame un momento– dijo Daniel con la boca llena, para luego hacer una pausa y terminar de tragar –. Tendrás que sobreponerte rápido a ello antes de que pasen los... ¿Peter? ¿Me estás escuchando?
Daniel se quedó viendo a su amigo. Notó que la mirada de éste se centraba por encima de su hombro y se alejaba de este despacio. Encontrando curioso aquel hecho, el chico se giró en su asiento y observó la razón de la perdida de atención de Peter y comprendió en aquel instante lo que pasaba.
Justo después de la entrada al comedor escolar, una chica con cabello negro estaba dando algunos pasos entre las mesas. Para Daniel que la había visto algunas veces, era una chica hermosa, de piel clara y ojos claros, sin embargo, ese no era su tipo, aunque no era así para Peter.
Para Peter, aquella joven de cabellos oscuros era lo que se conocía como la definición de la perfección. Su cabello ligeramente rizado que se balanceaba con su andar. El vaivén de sus caderas al dar cada paso en una minifalda de Jean. Su busto, ni qué decir de ello. El movimiento de sus labios rojos mientras mascaba chicle. Su piel clara, sus ojos azules, su pequeña nariz salpicada con algunas pecas, y su voz angelical resonando a unas 4 mesas diagonal a la de él.
—Hazte a un lado, perdedor– dijo la chica, con mirada despectiva hacia un jovencito rubio que la observó por un momento y luego de tomar su bandeja, se puso de pie y se retiró con cierto temor.
Ante aquella visión, Peter no tenía pensamientos ajenos a la chica, y eso, ante la verdad presente a los ojos de Daniel, era la cosa más absurda y molesta que tenía de su amigo.
—Ay por favor, Peter, ya deja de babear por esa chica, ¿qué no ves que ella es una tonta?
—Ella es perfecta– dijo el aludido, sin quitarle la mirada a la jovencita.
—Recuerdas que tiene novio, ¿verdad?
—Sí– dijo Peter en un largo suspiro.
—Entonces, ¿por qué no mejor buscas otras opciones?– preguntó Daniel, mirando a una chica de color que estaba cerca de una de las salidas del comedor escolar, joven que le miró fugazmente y le guiñó un ojo sensualmente.
—No soy celoso– respondió el chico, sin quitarle la mirada a la muchacha que comía despacio y sin quitarle la mirada a su plato.
—Bueno, en todo caso, piensa un poco en tu futuro.
—Lo tengo en mente...– dijo Peter, sin quitarle los ojos de encima a la chica, más en eso, un sujeto de aspecto agresivo se acercó a ella y le habló, haciendo que ella le sonriera y luego se levantó, le plantó un beso en los labios y lo abrazó de inmediato.
Al ver esto, Peter quitó la vista de la chica, posándola ahora en la comida delante de él. La mente de Peter se había enfocado primeramente en la visión de la muchacha con su novio, más luego recordó a su abuelo y unas palabras que siempre le decía cuando lo veía triste:
"La desdicha es un hecho de la existencia, una acción, no obstante, es nuestra decisión si ésta nos detiene, o la usamos para elevarnos hacia una versión mejor de nosotros"
Aquellas palabras hicieron que el chico sintiere la nostalgia por su fallecido abuelo, aunque esto no duró mucho, ya que recordó de inmediato que él le había dejado algo como herencia, algo que le estaba esperando al regresar de sus clases.
Ya en la noche, Peter observó la caja abierta con el lápiz en su interior, así como el papel que lo envolvía parcialmente. No sabía que pensar. Sus pensamientos se mezclaban entre la curiosidad y la inverosimilitud, las posibilidades e incluso, la simple idea de que fuere un recuerdo de una antigua novia. No tenía claro lo que podría haber pensado su abuelo al dejarle algo como eso, sin embargo, algo si sabía, y era que debía tomar el papel enrollado en el lápiz y ver lo que decía.
Al tomar el lápiz, sujetó el papel y lo fue sacando con cuidado del artículo, hasta haberlos separado al fin. Con cuidado, colocó el lápiz nuevamente sobre la caja, más entonces, notó que a unos centímetros después de la punta del objeto, habían marcas de haber sido usado con frecuencia.
Frunciendo fugazmente el ceño, Peter descartó la idea de examinar el lápiz y siguió con la decisión de leer el papel.
Al desenrollar el folio, lo que encontró fue unmapa y una frase en el pie de la hoja: "Buscami voz al final del arcoíris".
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El Lapiz
AcakDespués del funeral, un jovencito recibe como herencia, la posesión más preciada de su pariente, algo que ninguno de sus hijos o sus nietos habían visto anteriormente, y el chico, solo el chico, tiene en su poder este tan extraño objeto del cual se...