Sabor a dolor

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Podría decir que
a mi alrededor hay oscuridad.

Podría decir que
nadie siente mi presencia tras la puerta.

Podría decir que
a pesar de la delícia,
no lo toman por aceptable.

Podría decir que
intentar arreglarlo luego
no me hace sentir mejor.

Podría decir que
su toxicidad me está consumiendo.

Podría decir que
una mirada de fastidio al pronunciar
buenos días, rompe todo esquema.

Podría decir que
impedirme pedir ayuda profesional
debería ser razón suficiente
para tener mal karma.

Podría decir que
todo mérito no es suficiente
para ser merecedor de halago.

Podría decir mil cosas,
dar millones de ejemplos.

¿El resumen de la verdad?

Mi noche sabe a dolor.

Es tal que ni lágrimas salen.

A mi alrededor solo hay vacío.

La habitación está oscura.

Mi alma en blanco.

Nadie me escucha.
O quizá sí, aunque
hablo sin obtener respuesta.

Desprecios apuñalan mi alma
hasta casi destruirla.

Y una vez rota
ni siquiera quedarán
recuerdos de reproches,
de desprecios,
de comparaciones injustificadas
bajo contextos diversos
o agradables situaciones,
pues estas no fueron en compañía.

Solo quedará,
tras un suspiro de tranquilidad,
un hipócrita "era una buena persona".

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