Capítulo nueve

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Me aparto de los demás después de un rato, papá le ha hablado a mi madre sobre los primeros 10 años de mi vida y no quiero escucharle avergonzarme por todo lo que me ocurrió desde los 11. Mucho menos quiero que le hable de los que pensamos serían mis últimos meses de vida. Tampoco quiero sentir la mirada ansiosa de Clío, quién se la ha pasado en silencio todo el rato, cosa bastante extraña en ella. Sus ojos me transmiten más nerviosismo que calma y no me gusta. No me gusta porque yo esperaba que me mirara con emoción por el gran acontecimiento y me alentara a conocer a mi madre, a preguntarle todas las dudas que se me acumularan al instante de mirarle.

No sé cómo explicarlo, pero dentro de toda la felicidad que viene con el retorno de mi madre, hay algo que no está bien. Pero no sé qué es eso que no está bien. Tal vez es el shock lo que no me permite procesar mis emociones, porqué estoy realmente abrumada. Hace solo unas 24 horas una bestia nos estaba atacando a Clío y a mí, luego descubro que mi amiga es hija de Atenea y que soy importante para un pueblo que suena demasiado hermoso para ser verdad, y ahora conozco el rostro de mi madre, su voz, su toque, lo cálido de su sonrisa... Esto debe ser demasiado incluso para la mente más creativa del planeta.

Me siento en el comedor de la cocina y miro por la ventana nuevamente, la luna ya no está ahí, las estrellas parpadean levemente, el viento sopla y las hojas de los árboles se baten. Todo parece estar en paz y me dejo llenar por ella. Un carraspeo me saca de la pequeña burbuja y miro Clío, que está parada en la entrada de la cocina, con los brazos cruzados y una media sonrisa en sus labios. Está nerviosa y no puede ocultarlo de mí.

- ¿Qué pasa? – pregunto para animarla a decir lo que sea que tiene atorado en su garganta. De inmediato se acerca y toma asiento junto a mí.

- ¿Estás bien?

- Ni siquiera sé si estoy. Tengo la sensación de que sigo soñando.

- Por suerte no es así. Ahora tienes a tu madre aquí, Temis.

- No sé si eso es lo que quiero.

- ¿Qué?

- ¿No crees que su llegada ha sido demasiado repentina? ¿No sé supone que debía ser dentro de más tiempo? ¿Por qué viene justo después de que casi nos mata esa cosa? – me golpeo internamente.

Mi yo normal me regaña por el tono que ocupo, pero otra parte de mí, una desconocida, quiere respuestas con desesperación.

- También he estado pensando en eso. – le miro con sorpresa – No me veas así, podré ser semidiosa pero también tengo dudas a veces. Y esa última es la que más ha estado martillando contra mi cerebro desde que Tems llegó. Han sido las dos horas más largas de mi vida.

- ¿Tems?

- Así es como solía llamar a tu madre. Pero esa no es la pregunta que importa. Aquí hay algo raro. – asegura mirándome fijamente a los ojos, hay algo de miedo al fondo de ellos y eso me preocupa porque Clío jamás me había mostrado miedo – Artemis, debes prepararte para cualquier cosa.

- ¿Cómo qué?

- No lo sé con exactitud, pero que un faithless haya llegado a atacar justo donde la próxima luna estaba no puede ser solo una coincidencia. Habían pasado tantos años desde qué vi uno, pero no lo había razonado hasta ahora. Cuando los apelpisía comienzan a salir de su hogar solo puede ser por dos motivos. Uno, algo malo está por suceder o dos, alguien los liberó.

- ¿Y qué pudo ser esta vez? – pregunto con preocupación, temblando de nuevo.

- Estoy segura de que alguien quiere impedir que asciendas como Madre Luna, y te juro por mi vida que le voy a detener.

𝑇ℎ𝑒 𝑀𝑜𝑜𝑛'𝑠 𝐷𝑎𝑢𝑔ℎ𝑡𝑒𝑟Donde viven las historias. Descúbrelo ahora