Cumpleaños de Boruto Uzumaki

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Sarada estaba preparándose para ir al cumpleaños de Boruto. Estaba nerviosa. Dudaba qué ponerse. Quería algo que no fuera llamativo y que fuera lo más sencillo posible. No es que buscara algo para que el rubio la viera, solo estaba indecisa. No quería que la viera mucho. Sakura se adelantó y le dijo que la esperaría afuera y ella cerraría la puerta con llave. Sarada revisó su placar por enésima vez y se puso el vestido de color rojo, escotado y se alzaba delicado en sus hombros. Se calzó unas sandalias blancas con una flor decorándola y un pequeño bolso rojo donde apenas entraba su diario. No pensaba llevarlo, pero sintió que necesitó hacerlo. Ya era una costumbre siempre escribir algo sobre el rubio.

Salió a las apresuradas y se reunió con su madre en la puerta. Le había hecho una hermosa caja a mano, era algo sencillo, pero bien detallado. En la tapa tenía grabado el nombre de las dichosas cartas que Boruto solía comprar en sus tiempos libres, suponía que las coleccionaba, y por eso se le ocurrió hacerle una caja donde pudiera guardarlas. Contenta con el regalo solo rogaba que no le disgustara. Le había puesto mucho empeño.

Llegaron a la residencia Uzumaki al poco tiempo, Himawari las atendió, Sarada saludó con timidez a la niña. Tendría unos seis años más o menos, sabía que era más pequeña que Boruto, solo no recordaba cuánto. La peliazul les cedió el paso y se adentraron. Hinata fue la siguiente en recibirlas, pues su hija se había adelantado, ahora las guiaba hasta el comedor. Atravesaron el pasillo y salieron directamente al comedor. Todo estaba bien decorado. Boruto todavía no estaba ahí.

—¡Hermanito!—soltó de repente su hermana y salió a buscarlo—. ¡Ya vino la tía Sakura y Sarada!—alcanzó a escuchar la Uchiha.

Al poco tiempo se incorporaron Boruto y Shikadai, parecían conversar sobre un nuevo videojuego, Sarada se sintió decepcionada. No creyó que también estarían sus amigos, bueno sí lo sabía, al menos estaba contenta. Boruto saludó a Sakura con una sonrisa y al voltear hacia su hija, quedó tildado unos segundos, la Uchiha no tardó en darse cuenta que la ojeó en dos segundos, de pies a cabeza. Sarada se sonrojó por la observación, pues enseguida, él desvió la mirada y rascó su nuca con insistencia. ¿Qué significó todo aquello?

—Feliz cumpleaños—articuló Sarada y le entregó la caja.

Boruto miró sin entender el regalo, era bastante grande el envoltorio, así que no podía imaginar qué habría adentro. Shikadai bromeó diciendo que seguro era una consola nueva o algo así, el rubio lo codeó sin hacerle caso a su broma. No podía ser. Abrió el regalo y quedó sorprendido, ¿era lo que creía? Al leer el nombre de esas cartas, miró de reojo a su amiga y luego revisó la caja una vez más, Shikadai tampoco entendió y se encogió de hombros.

—¿Qué es esto? Es...

—Es para que guardes las cartas que coleccionas—apresuró a decir.

Boruto hizo una mueca, levantó una ceja sin comprenderlo del todo y volvió a mirar la caja, la inspeccionó. De verdad servía para guardar cosas, era de un tamaño mediano perfecto, donde podría guardar esas hermosas tarjetas coleccionables. Tragó saliva, se ruborizó, aunque no entendió por qué. Esa chica sabía de esas tarjetas y conocía que las coleccionaba.

—Sarada, ¿cómo supiste que...?

—¡No importa!—lo interrumpió avergonzada. Si se enteraba que lo espiaba, sería su fin. Boruto se sonrojó, era un gesto muy considerado.

—Gracias.

Sarada miró de soslayo al chico y caminó hacia los adultos, no quería interrumpir su momento con sus amigos, pues pronto había llegado Inojin y los tres subieron a su cuarto para jugar a esos videojuegos que no entendía. Por un momento se sintió aislada. Entendía que era una chica y que quizá no eran tan amigos, pero ¿era necesario ignorarla? Suspiró y se relajó en el sofá. Himawari estaba con ella, le mostraba sus peluches mientras le leía los cuentos que tanto amaba. No le molestaba estar con ella, era agradable, tenían cosas en común y era una chica.

—Lo siento, Sarada—musitó Hinata—. Debería pedirle a Boruto que baje para que pueda integrarte en su grupo y...

—No se preocupe—tranquilizó en una amplia sonrisa.

Himawari llevó a Sarada hasta el jardín para mostrarle los girasoles que había plantado con su madre. Sin poder negarse la siguió, mientras le explicaba cómo debía regarlas y cuánta agua debía ponerle, la pelinegra pensaba en la idea de que había sido un error haber venido a su cumpleaños. Para empezar ni siquiera le había dirigido la palabra en lo que estaba durando la fiesta. Se sintió frustrada. Estaba empezando a creer que no le caía y por eso la ignoraba. Soltó un fuerte suspiro y levantó la mirada hacia arriba, donde estaban las habitaciones, notó una sombra. Enseguida comprobó que era un chico, se sonrojó, era Boruto que estaba observándolas. El rubio dio un respingo al hacer contacto visual y enseguida saludó con la mano. Volvió con sus amigos.

Sarada quedó en trance unos segundos, ¿la estaba observando o solo miraba a su hermana? Ideas suyas. Hinata salió al jardín para indicarles que servirían es pastel. Himawari fue la primera en correr de regreso a la casa. Sarada se levantó de golpe, y algo tiró de su bolsa, se enganchó a una de las espinas y se rajó el fondo. Lo malo fue que la Uchiha no se percató y su preciado cuaderno cayó entre los girasoles. El pastel era común, solo que tenía el nombre del agasajado, todos cantaron el feliz cumpleaños y después Boruto se sacó unas cuantas fotografías con su mamá y su hermana, luego con sus amigos. Incluyendo a Sarada. Cuando todos se fueron, Boruto se había desaparecido de la fiesta, Sarada lo buscó. Lo encontró en la entrada de la casa, contemplando el cielo estrellado y con los párpados caídos. Parecía deprimido.

—¿La pasaste bien?

Sintió que su pregunta estuvo de más porque su semblante decía todo lo contrario. Boruto hizo una pequeña mueca y desvió la mirada, metió ambas manos dentro de sus bolsillos, refunfuñó.

—Mi estúpido viejo no vino—frunció sus cejas—. Quería que viniera, al menos, con un tonto clon de sombra—su voz se quebró.

Sarada se sintió afligida por la situación que estaba viviendo el rubio. Lo entendía a la perfección. No conocía a su padre y ni siquiera estaba segura de que amara a su madre. Nunca lo conoció y hubiera querido que estuviera en cada cumpleaños. Ya estaba acostumbrada a su ausencia y de vez en cuando intentaba fingir que él estaba con ella.

—Te entiendo, Boruto—intentó sonreír. Boruto la miró asombrado, por un segundo, conectaron de manera especial. Él contempló sus ojos negros y ella sus ojos azules. Al salir del trance, ambos desviaron la mirada—. No...no conozco a mi padre—continuó la frase.

—Eh...—murmuró avergonzado—. Entonces no eres tan extraña como pensé. Eres muy considerada, Sarada—rascó el puente de su nariz y se volteó para sonreírle—. Gracias por la caja para mis tarjetas. La cuidaré.

Sarada sintió que su corazón se aceleró de golpe. ¿Había dicho algo bueno sobre ella? Sus mejillas se tornaron rojas. Boruto no se percató, simplemente, se adentró a la casa y ella se despidió cuando su madre terminó de conversar con Hinata. Había sido un día extraño. Un día conociendo al Uzumaki, pensó.  



NOTA:

Sarada, ¿cómo harás para recuperar el cuaderno? Mmmm

Espero que les haya gustado esta interacción. Ya de a poco se irán acercándose más, tengan paciencia. Y no se preocupen, no agregaré personajes que no aporten a la trama, mucho menos trabas amorosas o cosas así. 

Posiblemente el próximo capítulo sea igual de largo que este...y ya después me saltaré a sus doce años. 

Saludos. 


El Hijo del Hokage (BoruSara)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora