(Créditos correspondientes al autor o autora del vídeo en multimedia)
Cuando su padre fue asesinado y su vida desde ahí no volvió a ser la misma, creía que moriría de dolor y desesperación.
Nunca creyó pues, que encontraría el amor.
Al principio Ty le parecía extraño, como normalmente le parecían los chicos autistas de su antigua escuela.
Eran chicos extraños, algo incomprendidos, se aislaban y eran muy sensibles, comprendían el mundo de un modo diferente a los demás, únicos, "especiales", como se les solían llamar y con justas razones... porque Ty lo era.
De un modo diferente, él no era como los otros chicos autistas que había conocido, no sabría decir si era porque no era un humano como los otros sino un Cazador de Sombras o porque simplemente era él, Tiberius.
Tiberius Nero Blackthorn, su nombre le encantaba.
Todo de Ty lo hacía – su piel blanca y delgada que dejaba entrever el color de sus venas, su cabello negro y brillante como la obsidiana y suave como el pelaje de un gato, sus pestañas abundantes, sus labios de chica, su sonrisa, su risa, sus manos, aquellas manos que ligero y a la vez fuertemente lo sostenían, manos que no concordaban con su oficio de aniquilador de demonios, de guerrero – Pero si había algo que lo enloquecía, algo de Ty sobre su apariencia que lo tenía ahogado de encanto por él, eran sus ojos.
Sus ojos grises.
Era extraño, los ojos de los Blackthorn, de sus hermanos, no eran de ese color, solo Ty los tenía, heredándolos genéticamente de Blackthorn anteriores, muy anteriores a ellos.
La primera vez que los vio, Ty lo tenía acorralado contra la pared del sótano de su antigua casa, con un cuchillo en su garganta, amenazante.
Así, acorralado con ese cuchillo como lo había tenido en ese instante, lucia... – le había parecido así en ese momento... – como un ángel vengador, como un querubín vengador, más bien.
No había temido morir por su daga en ese momento, aun sabiendo que ese chico podría matarlo sin vacilación alguna, era un Cazador de Sombra después de todo y matar era lo que los Cazadores de Sombras hacían mejor.
Habían sido sus ojos lo que más le habían atraído de su apariencia fiera y a la vez tan delicada, le habían parecido hermosos... al igual que todo él.
A primera vista ese día le recordaron al mar turbulento, como cuando una tormenta mañanera se acercaba a la costa y el agua se volvía gris y el cielo gris y las gotas de lluvia grises... todo se volvía gris en la tempestad.
Adoraba la playa en esos momentos, estar cuando una tormenta amenazaba con arruinar un bello día soleado para aquellos que adoraban broncearse (amaba las tormentas costeras, siempre estaba ahí cuando había una...)
Él solía quedarse para ver las tormentas, sentir el viento frío y las gotas heladas en su rostro, le gustaba escuchar el rugido de las olas inquietas.
Había gente que le temía a las tormentas, mucho más aún si eran una costera y se encontraran en una playa en ese momento.
Pero él no, las adoraba, no les temía.
Por ello, no había temido morir por la daga de Ty esa vez, por sus ojos color tormenta.
Los ojos de Ty podían ser un poco inexpresivos a veces, pero cuando reflejaban sus emociones, era como ver un espectáculo.
Cuando estaba alegre, los ojos de Ty se tornaban de un gris tan claro que parecían celestes.
Y cuando estaba triste parecían una lluvia terrestre, ligera y nostálgica.