parte única.

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Las cortinas grises están cerradas, los rayos del sol apenas chocan contra la tela y una iluminación empobrecida llena la minúscula sala.

Las manecillas del reloj avanzan con un sonido ensordecedor en medio del completo silencio.

El sofá torcido y sin cojines, las fotos rotas sobre la encimera de la cocina. La mesa del comedor con una pata quebrada, el escritorio sin cajones al lado de la cama en la única habitación del pequeño departamento.
Sobre ella, un móvil que no emite un solo pitido; la pantalla iluminada registra una llamada entrante de alguien agendado como "Jun", que después de diez segundos desaparece.

Son las 4:44 de la tarde cuando el cuerpo debilitado y tembloroso colapsa sobre la cama, entre una nube de humo y agua que se disipa al instante. La respiración resuena en la habitación, los quejidos y la tos quebrantan la pasada calma, la pantalla del móvil se ilumina de nuevo.

Con su mano derecha rechaza la llamada. Entierra su rostro contra el edredón cuando la tos cesa y entonces deja salir gritos desesperados, se retuerce sobre la cama, chilla, sus uñas se entierran contra sus muñecas, justo encima de las finas venas que resaltan a verde bajo su piel húmeda.

El castaño cierra sus puños y los entierra en el colchón, deja que sus gritos crezcan y tomen forma, volumen; las ondas chocando contra las almohadas hacen que se maree. Se levanta, ignora el temblor de sus débiles piernas para centrarse en los dedos de su mano enredándose alrededor de una silla que termina por ser estampada contra la pared a su lado. Un panel lleno de instantáneas sucumbe al suelo y explota en astillas.

Entonces arranca el reloj que lleva sobre la muñeca. La fecha sobre este, dos años atrás, a las 4:44 del mismo día, termina por borrarse de la pantalla. El tiempo en el reloj es ahora añicos de vidrio sobre el suelo ante la mirada furibunda de Na Jaemin, el mismo que comienza a darse golpes en la cabeza, trastabillando hasta que su espalda golpea la pared y sus piernas no pueden sostenerlo más. Sucumbe sobre el suelo, tan natural, tan habitual. Es un cuerpo arrojado a la deriva. Sus gritos se han convertido en sollozos, sus pulmones no atisban el ritmo de su respiración y lo ahogan, su abdomen se encoge sin que pueda evitarlo y su pecho quema, su garganta quema, los rasguños en sus muñecas y las imágenes en su cabeza queman.

Jaemin llora contra sí mismo.

La luz no entra a la habitación, la ventana está cerrada y el aire es sofocante, pero él ya está acostumbrado, no le molesta. Ha sobrevivido tanto en su propia miseria; que el pecho le queme y los recuerdos lo devoren hasta hacerlo perder la conciencia tal vez sea ahora parte de su naturaleza.

No sabe cuándo se queda dormido sobre el suelo, pero la tercera vez que Renjun llama, es con sonoros golpes fuera de su puerta. Sostiene una caja de color azul entre las manos. Cuando Jaemin se levanta y comienza a caminar, se da cuenta de que su cabeza palpita y no puede ver bien porque tiene los ojos hinchados. Renjun no comenta nada cuando lo ve, en cambio, como si fuera cotidiano, pasa de largo hasta la mesa de la cocina, sirve un vaso de agua y le deja una aspirina al lado mientras se apresura hacia el refrigerador.

Cuando gira, se da cuenta del desastre que ha causado en la habitación, un leve picor le hace desviar sus ojos hacia las marcas rojizas que le recorren los antebrazos y las muñecas. Sus uñas contienen una capa de sangre seca que él intenta quitar con disimulo. Hace una mueca mientras se cubre los brazos con las manos y toma el suéter que hay encima del sofá para ponérselo.

Renjun se mueve por la cocina. Es una silueta fugaz que rebusca entre la nevera la comida que ya se ha podrido, los yogures vencidos, las mandarinas oxidadas y las botellas de agua intactas. El castaño lo observa desde una esquina con los brazos cruzados sobre el pecho. Quiere decir algo, pero no sabe exactamente cómo debería hacerlo, ni siquiera sabe qué decir. Las palabras nunca llegan de todas formas.

Nature |norenmin.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora