Paso sin darse cuenta. Un día normal como cualquier otro, el cielo nublado y un joven de no más 18 años tumbado en la mitad de su cama contando las ovejas invisibles que solo él veía.
Eran pasadas las 12 pm y el silencio aturdible de la enorme casa perturbaba la quietud de este y sus ovejas. En algún momento, se supone que la décimo quinta oveja debía cruzar su debida cerca y exclamar un "meeeh" en el proceso, sin embargo no pasó. La oveja desapareció. Al fijar su vista en la hilera de algodones andantes observó un agujero del tamaño de una alcantarilla por donde todas continuamente iban cayendo.
Más que sorprenderse por el agujero, lo que más le impactó era la voluntad de las ovejas. Casi como si se viesen atraídas por aquella oscuridad eterna, no hacían sonido alguno, no batallaban. Seguían complacientes su camino hasta caer en aquel agujero sin retorno.
El joven se concentró en ver cómo todas sus ovejas caían una a una en aquel agujero, intentaba descubrir aquel misterio, pero después de un rato reaccionó, se paró de la cama y con una ligera sonrisa se fue. Al fin, después de muchísimo tiempo, ya no quedaba ninguna oveja que contar.
ESTÁS LEYENDO
Microcuentos de un planeta llamado Tierra
Short StoryHistorias cortas. Indiferentes, tal vez consecuentes.