Capitulo 1: Á la France

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Aún lo recuerdo, venía del aeropuerto maravillada con el esplendor de la zona, nunca había querido salir de casa, estar lejos me aterraba, pero esta vez no había manera de escapar...

Estaba en Francia, yo no sabía que hacer, quería volver a mi México amado; sin embargo, la situación del mismo no me motivaba ni me permitía quedarme, así que gracias a una persona cercana logré conseguir una beca de último minuto para estudiar en el extranjero y huí. Huí mirando hacia atrás cada vez que tenía la oportunidad de hacerlo.

Estando en el aeropuerto mismo me dieron muchas ganas de correr hacia el avión y regresar. Era difícil dejar atrás todo lo que México significaba para mí; las bonitas playas, hermosas ciudades y los recuerdos que implicaba el mismo. No obstante, aferrarme no era una opción, volver atrás implicaría una serie de calumnias y desgracias que medianamente merecidas caerían sobre mí. Había cometido un error, me había perdido en el camino, pero las consecuencias serían peor de lo que alguna vez pude imaginar. Me habían dado la espalda, y en mi torpeza si quiera tuve el valor de defenderme o hablar. Así que, solo quedaba huir, escapar, correr lejos mientras tenía tiempo de hacerlo. La pena y el dolor me seguirían, era el precio a pagar por mis acciones.

Entre todos estos pensamientos y el desconcierto dentro de mi cabeza, quedé paralizada en medio del aeropuerto. Las personas alrededor mío me miraban con extrañeza, desvíe mi mirada con cautela como si intentara que nadie se diera cuenta de lo que estaba por hacer y mire hacia un monitor donde se encontraban los vuelos internacionales. Ahí estaba, el vuelo a México... salía en unas dos horas aproximadamente, aún podía volver si así lo deseaba. Hubo un instante en que olvidé lo temible de mi situación y decidí ir con una persona a comprar mi boleto de regreso; sin embargo, en cuanto me lo tendía, reparé en que aún si regresaba, nada volvería a ser lo mismo desde que sentenciaron mi desgracia. Le di las gracias y pedí disculpas a la señorita, giré sobre mis talones y con una lagrima corriendo por mi mejilla miré al frente. Contrario a lo que yo creía que sucedería una mueca divertida apareció en mi rostro, al parecer era una sonrisa...

Respiré hondo y di un paso, seguido de otro y otro más. Cada vez mis andar se aceleraba. Ahora estaba corriendo en el aeropuerto mientras jalaba dos maletas sumamente pesadas y eso no me importaba, las lagrimas que previamente habían sido de tristeza y melancolía ahora se sentían como felicidad y liberación. Todo iba en cámara tan lenta que mis pasos se veían como saltos que duraban una eternidad y mientras eso sucedía yo miraba y contemplaba todo, estaba ahí, no era un sueño... Había arribado en Francia, y no solo eso, ese sería mi nuevo hogar ahora, mi caminar comenzaba a sentirse más real pero vi la puerta frente a mí. Sentía la necesidad de abrirla o jamás lograría escapar del infierno que me tenía atada de manos. Así fue como corrí a toda velocidad y empujé con ambas manos la puerta de vidrio que se erigía frente a mi, cuando se abrió miré al frente...

Paris, Francia, la ciudad de la luces, la ciudad del amor y el romance, el lugar donde una antena le da viveza al ambiente y donde una catedral podía ser tan santa como diabólica. Donde los ríos cruzan sin importar las edificaciones alrededor, donde se puede observar desde las obras más excéntricas y abrazadoras hasta las más simples y bellas. Eso era Paris y al fin estaba frente a mis ojos, aunque ese no era mi destino final. En el poco tiempo que tuve para elegir, decidí no solo contemplar Francia desde la gran ciudad de Paris si no desde Nantes, mi nuevo hogar. En realidad no sabía el porqué de esto, pero me parecía una parte bellísima de Francia, no porque el país no fuera bello por sí mismo, pero para mí, este era un pequeño brillito que lo hacía destellar aún más.

Antes de ir a Nantes decidí pasearme un rato por los callejones parisinos, no eran de gran atractivo turístico pero siempre me parecerían extrañamente apasionantes, los balcones con vegetación me recordaban a mi México querido, más específico, a unos callejones que visité en San Miguel de Allende hacía un par de años; sin embargo, tan solo era un recuerdo vago. Había sido lindo, pero en esos mismos callejones resbalé y me raspé gravemente debido a lo empinado que estaba. A diferencia de esto, en Francia, los callejones eran mucho más amenos, no había casi personas y se podía apreciar la calma que se extendía por la zona, era mucho más lindo y sencillo de apreciar de esta forma.

Así fue mi primera tarde lejos de casa. Recorrí los bellos lares turísticos de la nación y además de ello, aprecié otros no tan reconocidos como pequeños parques alejados del centro. Cené en una cafetería un cuernito y un café irónicamente, y me encaminé a la estación del tren que me llevaría a Nantes. Fui observando la belleza nocturna de la ciudad del amor, había muchas luces pequeñas que titilaban cuál estrellas. Finalmente pasé por un largo puente en el cual la gente solía escribir sus nombres y los de sus parejas en candados, asegurarlos al mismo y posteriormente lanzar la llave hacia el río para que su promesa de amor no pudiese ser deshecha por nada ni nadie.

Miré algunos nombres, había un par de enamorados que se encontraban haciendo el mismo ritual mientras se profesaban con palabras de miel cuanto se amaban. Estaban tomados de la mano, él más alto que ella, así que para darse un beso ella debía colocar uno de sus brazos en el hombro de su amado y se estiraba. Mientras tanto, él bajaba la mirada y cerraba sus ojos. Mi corazón comenzó a latir rápidamente, es uno de los recuerdos que más presente tengo desde que vine a vivir acá, pues dessde ese momento, siempre tuve la idea de ir ahí con una bella dama y bajo la luz de Luna realizar el mismo ritual mientras la beso cálidamente y juguetéo con su cabello.

FranciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora