Capítulo 4.

713 54 5
                                    

—Te afectó el clima en la India, ¿verdad? —Dijo Lara perpleja.— ¿O tenes una enfermedad que te hace delirar?

—Estoy perfectamente bien, más sana, imposible.

—No. Seguramente te golpeaste la cabeza y por eso decís tantas pavadas.

—No son pavadas, creo que es una gran idea.

—Los hombres tienen musas, Mica.

—Que pensamiento tan machista para una mujer que se llama liberal. También las mujeres podemos tener musas... bueno, un buen espécimen que nos dé un poco de inspiración.

—Haces que suene como si fuera un animal.

—Vamos, Lari. ¿Qué de malo puede ser que tengas una relación con él?

—No quiero una relación. Además es mi abogado.

—Por eso es perfecto. —Lara la miró sin comprender.— Es que obviamente no van a tener ninguna relación...

—Pero si acabas de decir...

—Ya sé lo que dije —La interrumpió.— era solo por llamarlo de alguna forma. Ustedes solo van a tener una aventurilla —Hizo un gesto como si no le gustara el olor de la habitación.— y el hecho de que sea tu abogado será la razón perfecta para que se puedan ver, sin que nadie los moleste.

—¿Dónde quedó la mujer que creía ciegamente en el amor? —Preguntó burlona a Mica.

—Se quedó con Lucasss... —Dijo muy seria de repente.— y ahora estás con una nueva mujer. Más inteligente y que sabe lo que quiere.

—¿Qué pasó en la India?

—No hablamos de la India, Lara, hablamos de cómo vas a seducir a tu abogado.

[...]

Esa noche.

Si Lara pensaba que las noches en las que se las pasaba pintando porque el insomnio la invadía se le hacían eternas, esta noche no tuvo comparación.

Primero las palabras de Micaela se repetían a cada momento por su mente: tener una aventura con su abogado. Se había quedado dos horas acostada, cambiando de posición, pero con los ojos bien abiertos.

Y cuando el sueño por fin la había vencido, su sueño fue de lo más impresionante. El resto de la noche se había repetido imágenes de ella seduciéndolo.

Imágenes donde ella llegaba a su oficina, le hablaba con una voz sensual, rodeaba el escritorio que los separaba, se sentaba en sus piernas y lo besaba.

Imágenes de que él iba a su casa, la encontraba en bata, ella lo invitaba a pasar y cuando se sentaban juntos, ella se iba acercando un poco más y más a él hasta que en un impulso se besaban.

Afortunadamente antes de que sus sueños tuvieran finales más eróticos ella despertó.

Miró el reloj: nueve de la mañana. Bien, tenía tiempo de sobra para arreglarse.

Y mientras lo hacía ella reflexionaba lo que Micaela le había dicho. De repente le encontró mucho sentido a tener una relación... No, una aventura con su abogado.

Pero aún no se había decidido. Hasta que se vio en el espejo. Una sonrisa se dibujó en su cara.

—Tu cuerpo grita lo que tu boca calla. —Pensó. Definitivamente quería tener algo con su abogado, y su cuerpo inconscientemente se había preparado para conseguirlo.

Salió de su casa solo con un objetivo en mente. Mandó al carajo el asunto de las pinturas. Ahora lo único que quería era a Guido en su cama.

Eran las once de la mañana y Lara estaba fuera de la oficina esperando a que la secretaria saliera para ella poder entrar. Vio a una pareja a lo lejos. Bueno, no podía asegurar que tenían algo, pero como estaban tomados de las manos supuso que mantenían una relación.

Opuestos | Guido Sardelli Donde viven las historias. Descúbrelo ahora