Capítulo 18.

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Al sentir la mano que la tomaba por el brazo, el corazón de Lara comenzó a latir a mil por hora; por su mente pasaron miles de formas de darle un buen sermón a Guido y al mismo tiempo crecieron en ella unas tremendas ganas de abrazarlo. Yo todo es en un segundo.

Se quedó quiete, y muy lentamente se giró. Pero para su gran descepción no era Guido quien había ido tras ella, sino que era Gastón quien la tomaba del brazo.

—¿Estás bien? —preguntó él evidentemente preocupado por Lara.

—Sí, estoy bien, gracias. Es que quería admirar el resto del jardín, es un lugar precioso.

— Muy bonito —estuvo de acuerdo él.— , pero nada comparado con vos.

Lara lo miró, le sonrió y susurró: Gracias.

—Solo digo la verdad. ¿Te gustaría tener compañía?

—Me encantaría —mintió ella. Gastón le tendió su brazo caballerosamente y ella lo agarró. Empezaron a caminar.— Espero que nadie se dé cuenta de que faltamos.

—Meli si se va a dar cuenta. Es muy observadora, si en el jardín faltara una flor, solo ella lo notaría, pero no te preocupes. No creo que ande tras nosotros buscandonos.

—No —dijo Lara en voz baja.— , seguro que no.

Entonces Gastón se detuvó y se giró para poder mirarla de frente. El sol comenzaba a ponerse, y el cielo se iba pintando de colores naranjas y rosados. El brillo dorado de los rayos del sol caían sobre el cabello rojo de Lara.

— No creo que estés bien. ¿Qué pasa? Decime.

—Yo... —no podía decirle que se moría de celos y tristeza de ver a Guido con otra. No hacía ni tres horas le había dicho que lo suyo era algo pasajero.— ... solo estaba pensando en que me encantaría pintar un paisaje así...

— Mmmm... está bien —le contestó no muy convencido.— ¿queres seguir paseando?

—Sí.

Y así lo hicieron, con paso lentos y cortos. Admiraban cada pequeño pedazo de aquel lugar que había hechizado a Lara, solo que ahora lo hacían en completo silencio. Solo el ruido lejano de la fiesta los acompañaba.

Hasta que oyeron unas risas cerca de ellos. Los dos, curiosos, rodearon el arbusto de donde parecía que provenian la risas. Y ahí estaba de nuevo, Guido y la mujer esa que no se le despegaba ni un minuto.

—Vamonos, creo que interrumpimos algo. —dijo con absoluta indiferencia.

Pero antes de que pudiera tomarlo de brazo para jalarlo y alejarse la rubia se acercó a él y lo saludó muy efusivamente.

— ¡Hola Cuti! —le dio un beso en la mejilla y luego lo abrazó.— ¿Cómo estas? Hace mucho tiempo que no sé nada de vos.

—Hola, Juli. Muy bien, gracias. ¿Y vos?

—De maravilla, y mucho mejor ahora que te veo.

Lara no lo podía creer la tal Juli estaba coqueteando con Cuti en frente de Guido y él no hacia nada para detenerla. Entonces sintió los ojos azules sobre ella.

— ¿Y vos quien sos? —su voz fue una mezcla de curiosidad y diversión.

— Juliana, te presento a Lara —dijo Gastón.—Lara, ella es Juliana.

—Un verdadero placer. —Después volvió toda su atención a Gastón, lo agarró del brazo y casi se colgó de él.— ¿Me acompañarías a dar una vuelta por el jardín? —No le dio tiempo de contestar cuando miro a Guido por encima de su hombro y le dijo.— no te importa ¿o no?— así ignorando por completo a Lara, y sin esperar más respuesta se llevó a Gastón.

Opuestos | Guido Sardelli Donde viven las historias. Descúbrelo ahora