Capítulo 25.

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—Mica, habla con Lara. No está bien, pero no me quiere decir que pasa —le pidió Lucas a Mica.— Nunca la había visto tan... no sé... ni siquiera después de sus problemas con Víctor estaba así.

—Dale, yo hablo con ella, tranquilo. —le aseguró Micaela.

Fue hasta la habitación de Lar y tocó la puerta suavemente.

—Lari, ¿puedo pasar? —no contestó.— Larita... Lara.

Decidió entrar. La vio sentada frente a un taburete, pintando.

—¿Cómo estás, Lari? —preguntó suavemente Mica.

—Bien. —contestó ella quedamente.

—No trato de comunicarse con vos, ¿o no? No te llamó ni nada, ay Lari...

—No te lamentes por mi, Mica, estoy bien... estoy pintando. —dijo con una triste sonrisa.

—No has salido en dos semanas, te la pasas pintando.

—¿Cómo sabes? —preguntó sorprendida.

—Lucas y yo estuvimos muy pendientes a vos, nos preocupa que te quedes acá recluida.

—No estoy recluida, estoy pintando. —Movía el pincel sobre la tela con una pesades deprimente.

Hubo una larga pausa. Lara mezclaba colores y Micaela la miraba acongojada.

—¿Por qué no lo buscas vos?

Bueno, para eso sí que no tenía una respuesta. ¿Por qué no lo buscaba ella? No tenía que ser necesariamente en la oficina, fuera de ella Guido era una persona como el resto de la humanidad, así que, ¿por qué no lo buscaba?

Miedo.

Esa era la respuesta, no lo buscaba porque tenía miedo de lo que implicaba que se vieran las caras. Tenía miedo de que la rechazara, tenía miedo de aceptar que tenían algo más, de dejar sus sentimientos y su corazón abierto y que él no lo hiciera, tenía miedo.

¿Por qué? Se preguntó. ¿Por qué tenía miedo ahora? Guido siempre le había parecido un hombre excepcional, solo que la única que vez que ella necesitó que el fuera un caballero andante de brillante armadura, él se quedó callado. Y ella lo odiaba por eso, por aceptar tan sumisamente lo que había pasado. Y se odiaba a ella misma por la misma razón, tampoco había hecho algo para cambiar las cosas.

—Simplemente... no, no funcionaría —dijo al fin contestando la pregunta de Mica.

—Funciono muy bien hasta ahora. Desde el primer día.

Silencio.

—Mira, Lara, te dejó un boludo, no sos la primera ni la última mujer a la que le pasa eso. Tenes que superarlo.

—No es tan fácil como decirlo.

—Sí lo es, no me gusta nada que te quedes acá encerrada.

—No estoy encerrada, estoy pintado.

—Sí, ponele, pintando. En dos semanas no has pasado de eso —señaló el cuadro.— solo mezclas colores y ya. Sos una gran pintora, explota tu talento.

Lara no dijo nada.

—Lara, ahora es cuando... ya no tenes a Víctor molestándote y nadie que te robe el tiempo, tenes que superarlo, distrayendote: pintando es la mejor solución.

—Pintar requiere paciencia.

—Bueno yo no la tengo. Mira, lo que vamos a hacer es lo siguiente vos te vas a quedar acá, dedicada en cuerpo y alma a tus cuadros, todas las ideas que tengas las quiero ver en un lienzo...

Opuestos | Guido Sardelli Donde viven las historias. Descúbrelo ahora