Capítulo 26.

214 22 1
                                    

Todo estaba saliendo a pedir de boca. Todo estaba exactamente como Lara lo había soñado, la suave música amenizaba la velada, las luces estaban dirigidas a los treinta y tres cuadros que había en distribuidos en toda la galería. Las personas caminaban con lentitud por los pasillos, comentando los cuadros a hablando de cualquier otra cosa, mientras los meseros se acercaban a ofrecerle copas llenas de champaña o algún bocadillo.

No había más de cien personas en la galería. Fue una idea de Micaela que les enviara una invitación a los posibles clientes. Y Lara estaba encantada de la elegancia que había conseguido con eso.

—Lara, tenes que relajarte —le dijo Mica.— estás más tiesa que una tabla.

—Una copa de champaña podría ayudarte tal vez. —le sugirió Lucas.

—Esta es la cuarta copa que me tomo —dijo levantándola.— no creo que me esté ayudando mucho.

—Habla con las personas, Lara, convencelas de que vale la pena comprar tus cuadros.

Lara asintió. Se tomó lo que quedaba de champaña de un solo trago y reemplazo la copa vacía por una llena, y se digirió hacia un grupito de personas.

—Tal vez no sea tan buena idea esto de champaña. —dijo Lucas pensativo a Micaela.

[...]

Media hora después...

—¡Lara! —Mica y un hombre se acercaron a ella.— Lara, te quiero presentar al señor Iñaki, dice que se ha enamorado por completo de tus cuadros.

—Muchas gracias, es un honor que nos acompañe esta noche —dijo Lara cortésmente.

—El honor es todo mío, me encantaría poder platicar con usted algunas cosas sobre los cuadros.

—Por supuesto, vamos —se alejaron ignorando por completo a Mica, a quien de hecho no le importó, lo que en verdad le preocupo fue ver a Lara volviendo a tomar otra copa.

[...]

Guido estaba parado frente a la puerta de la galería, lo cual implicaba un gran problema puesto que Lara estaba adentro y él estaba afuera.

Eso sin mencionar que había dos guardaespaldas que evitaban que cualquiera se colara a la exposición y puesto que él no contaba con invitación ya le habían dejado bastante claro que no iba a entrar a la galería.

[...]

Ahora sí que estaba. Lara tenía una sonrisa complacida en los labios y ahora eran Mica y Lucas los que estaban estresados, ya habían perdido la cuenta de las copas que se había tomado. Y los dos estaban pegados a ella.

—Lara... —dijo Mica con tirantez.—, será mejor que te vayas a tu casa.

—No, Mica, estoy muy bien... ya estoy relajada. Todavía no he hablado con algunas personas.

—Ya sé —convino Mica.— pero estás demasiado... "feliz" como para hablar con alguien más.

—Estoy bien, Micaela, deja de preocuparte.

—No, no estás bien.

—¡Lara! —alguien la llamó. Ella miró hacia el lugar de donde provenía a voz pero no vio a nadie con intenciones de hablar con ella. Cerró los ojos y agitó la cabeza.— ¡Lara!

—Mica, me parece que no estoy tan bien.

—¿Te sentis mal, Lara? —dijo una voz detrás de ella con evidente preocupación. Ella se giró y se encontró con Iñaki, pero al girarse se volvió a tambalear Iñaki la sostuvo y ella se aferró a él hasta que sintió que el suelo había dejado de moverse.

Opuestos | Guido Sardelli Donde viven las historias. Descúbrelo ahora