Capítulo 30.

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Y Lara descubrió que, efectivamente, Guido no había mentido: no había ni un sólo mueble en el resto de la casa y pensó que la habitación principal que compartirían sería diferente pero no. También está vacía excepto por la cama que estaba contra una de las paredes. Estaba cubierta por un por un edredón y unas sábanas color perla.

—¿Lista para la noche de bodas? —le preguntó Guido.

—Obvio. —contestó ella.

Se abrazaron mutuamente, se besaron dulcemente, saboreando el ser amada, disfrutando de cada centímetro de su tierna boca.

Lara abrazaba a Guido por el cuello para acercarlo lo más posible a su cuerpo, no quería que se alejara. Y Guido la abrazaba por la cintura, intentando lo mismo. A pesar de que sus cuerpos se tocaban desde las rodillas hasta la boca, sentían que no estaban lo suficientemente cerca.

Entonces una mano de Guido se deslizó hasta el final de su espada y la presionó contra su ingle. Lara pudo sentir a través de la tela que separaba su piel de la de él, la dureza y calidez de su miembro deliciosamente erguido. De pronto la otra mano ya no la sintió en sus cintura, se movía poco a poco hasta su seno y por donde pasaba dejaba un rastro de fuego. Cuando por fin alcanzó su objetivo y acarició el pecho de Lara, ella rompió con el beso.

—¿Qué pasa? —preguntó él sorprendido por su reacción, ya que Lara se alejaba de su abrazo.

—Nada, es que... siempre sos vos el que me hace el amor, me gustaría poder hacértelo yo esta noche.

Las palabras de Lara estaban tan llenas de amor, lujuria y deseo que Guido no pudo resistirse a tan tentadora oferta.

—Soy todo tuyo, mi amor. (seeeeeeeh)

Lara se acercó nuevamente a él, levanto sus cabeza y acercó sus labios a los suyos, pero no lo besó, simplemente estuvo ahí, tentándolo y antes de que él pudiera materializar el beso, ella se alejo de él.

—Soy yo quien tiene el poder hoy, ¿o no? —dijo Lara, pero no esperó a que le contestara.— Bien, desnudame, Guido.

Con absoluta reverencia Guido se colocó detrás de ella y lentamente deshizo el cierre del vestido de novia, acariciándola con sus dedos suavemente mientras lo bajaba y besando su nuca para lograr que ella se estremeciera.

El vestido no tardó en formar un círculo de tela a los pies de Lara. Guido la ayudó a salir de él. La llevó hasta la cama y la incitó a sentarse, él se hincó frente a ella. Levantó uno de sus pies y lo colocó sobre su rodilla y con lentitud insoportable empezó a quitarle las ligas a Lara, disfrutando del suave contacto de su piel suave contra sus dedos callosos y por supuesto besando cada pedazo de piel expuesto.

Lo siguiente en desaparecer fue las bragas de encaje que Lara llevaba, y después el brassier. Pero antes de que Lara pudiera reaccionar seducida por sus caricias Guido tomó uno de sus pezones en su boca. Lamiendo la sensible punta Lara se dejó caer sobre la cama y él se colocó encima de ella. Un pezón era consentido por su boca, mientras su mano se encargaba de atender al otro, acariciarlo hasta que ella gritara de placer. Cuando sintió los dientes de Guido mordisqueando su pezón ella dio un gemido de placer pero lo empujó por los hombres.

—Espera, tenemos un problema. —le dijo Lara.

—¿Cuál?

—Yo estoy desnuda y vos tenes demasiada ropa. Sacatela , Guido.

—¿De alguna manera en especial, Madame?

—¡Sorpréndeme!

A Guido se le formó una sonrisa maliciosa al escuchar su petición. Dio dos pasos hacia atrás y empezó a moverse lentamente al compás de una música inexistente. Lara se sentó en la cama y lo miró moverse con mucha atención.

Guido no desviaba la mirada de los ojos de Lara mientras bailaba. Se quitó el saco que fue a parar a una de las esquinas de la vacía habitación. Después siguió con la corbata pero tardó un buen rato desabotonándose la camisa, cuando por fin lo hizo se la lanzó a Lara.

Pero ella lo esquivó, se puso de pie y fue hasta él para agarrarlo del pantalón.

—Tardas demasiado. —fue lo que le dijo antes de deshacerse ella misma de la prenda.

Y antes de que se diera cuenta él ya estaba tan desnudo como ella, así que no tardó en levantarla y llevarla hasta la cama, pero una vez más ella le puso un freno.

—No, Guido. Esta es mi noche, mi regalo de bodas para vos. —le dijo con una sonrisa pícara en los labios.

Lara lo recostó sobre la cama, pero esta vez, ella se puso sobre él. Lo besó en la boca, lo besó en el cuello, lo besó en el pecho y siguió bajando y bajando hasta que le arrancó a Guido un gemido de placer cuando lamió su miembro para después metérselo por completo a la boca y empezar a chuparlo. Las manos de Guido se enredaron en su cabello como para obligarla a quedarse ahí y brindarle para siempre ese infinito placer y no pasó mucho tiempo antes de que sus caderas empezaran a moverse siguiendo el ritmo que marcaba la boca de Lara y llenando la habitación de gemidos. Él lo podía sentir, estaba tan cerca de alcanzar el orgasmo que ya podía saborearlo.

De repente la Lara boca dejó de acariciarlo. Guido abrió los ojos para encontrarse con Lara sentada a horcajadas sobre él y sin tiempo de reclamar algo Lara se deslizó sobre su miembro haciendo que los dos suspiraran de placer.

Guido la sujeto de las caderas y empezó a penetrarla lo más rápido y fuerte que podía, no podía parar estaba tan cerca del orgasmo... y Lara lo montaba como si fuera un semental, meciéndose sobre él y acariciando su pecho con decidida pasión.

Entonces, Guido le presionó el clítoris y ella soltó un verdadero grito de placer. Con el pulgar empezó a hacer círculos sobre el pequeño botón de placer y Lara empezó a retorcerse por los primeros indicios del orgasmo. Hasta que con una fuerte penetrada los dos alcanzaron la cima del éxtasis.

Guido se quedó rendido sobre la cama y Lara sobre él, con las respiraciones agitadas y los cuerpos perlados de sudor.

—¿Quién diría que te volverías tan mandona apenas son casáramos?

—No soy mandona, soy una artista, pasión corre por mis venas.

—Claro, pasión... esa palabra te describe a la perfección. —dijo al tiempo que acariciaba su cabello.

Después de un rato en un agradable silencio.— Mi galante caballero, gracias por rescatarme de la boda más aburrida del mundo. Tenía unas ganas terribles de besar al novio. —y le dio un rápido beso en los labios.

—Ha sido un placer, pero es usted un peligro para los hombres. Pone a prueba su salud mental.

Ella rió.— Oh, es solo una nueva faceta de mi personalidad.

—Pues permíteme decirte, soy la primera víctima de tu nueva faceta: un caballero completamente seducido.

Opuestos | Guido Sardelli Donde viven las historias. Descúbrelo ahora