Parte 1 El sutil comienzo

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Un lunes desperté sintiéndome más sola que nunca, con 10 pesos en la bolsa, mi hija durmiendo en la habitación de al lado, notificación de desalojo pegada en la puerta, un vaso de leche y dos huevos en el refrigerador y un cigarro, no encontraba un camino, una mano que me guiara, que me hiciera sentir que todo estaría bien. Gracias a una llamada de mi querida amiga Haydeé, logré encontrar este camino, entendí que no necesitaba una mano que me guiara, que tomaría la mano de mi hija y con el impulso de los que me quieren, avanzaría. Fue en ese momento cuando tomé la decisión de escribir este libro que estás leyendo para demostrar que es posible salir del círculo de la violencia, aunque es bien sabido que esto no es nada fácil.

Romper con la violencia significa una de las tareas más difíciles a las que me he enfrentado. Después de quince años de vivirla, de sufrirla, de ser parte de ella, se requiere mucha fuerza y paciencia, pero sobre todo la colaboración de las personas que nos quieren para lograrlo.

En todo este tiempo han pasado un sinfín de cosas que han hecho que quienes me rodean me juzguen o duden en ayudarme, o peor aún, han resultado afectados por la violencia y el acoso. Pero el apoyo es imprescindible.

Muchos de mis allegados, mi familia, amigos, notaron en muchas ocasiones detalles que les alertaron sobre la existencia de una relación de maltrato. En este tipo de situaciones, la víctima puede ganar o perder peso de manera brutal, se abandona físicamente, tiene una mirada triste y una actitud aislada. Algunos de estos síntomas son comunes en muchos casos, porque ellas quedan atrapadas entre el miedo y la vergüenza. Por eso es fundamental la ayuda externa, el apoyo y consejo de los más cercanos a la víctima. La mujer tiene que sentirse acompañada y comprendida cuando deba dirigirse a la policía y a los abogados. También las víctimas esperamos que los fiscales y los jueces puedan devolvernos algo de dignidad. Necesitamos ser rescatadas, salvadas, nosotras solas no podemos hacerlo.

Puedo asegurarte que en el instante en el que decidimos terminar con todo eso, hemos dado el paso más difícil; el resto debería ser fácil y rápido. Sin embargo, no es así. Hay quienes dicen que la violencia en una relación de pareja se da de un día para otro, que se produce de la noche a la mañana, y eso es totalmente falso.

En mi caso, conocí a mi exmarido cuando yo tenía veintiocho años, él acababa de cumplir treinta y tres. Desde el primer momento me supo ganar con la habilidad que tiene para la retórica. Lo escuchaba y sentía de manera distinta. Yo ya había tenido una experiencia de pareja anterior, de la cual tuve una hija, quien en aquel entonces tenía ocho años. En ese momento pensaba que estaba lista para "rehacer" mi vida, me habían gustado otras personas, pero él tenía algo, y ese algo hizo que me dejara llevar sin pensar.

Había un libro de poesía que me acompañó por algún tiempo, fue el primero que tuve en mis manos, lo editó la institución de cultura de mi ciudad. Justo en esa editorial comencé a trabajar algunos años después. En una ocasión me pidieron que hablara con el autor, mi emoción fue grande, hablaría y quizá conocería al escritor que me abrió las puertas a la lectura de poesía, sus versos me hacía suponer que era un hombre mayor, su voz en el teléfono parecía la de un intelectual centrado, conocedor de la vida, concertamos una cita en la oficina para tratar detalles de algunos trabajos con la editorial, cuando nos vimos por primera vez me sorprendió ver que en realidad no era mucho más grande que yo, en la conversación insistió un par de veces en hacerme saber de su soltería.

Analizo ahora y me doy cuenta que su forma de ser conmigo estaba medida y calculada. Su comportamiento, ahora lo sé, era el de alguien que busca una relación dependiente, se empeñó en hacerme creer que formaríamos una pareja basada en amor romántico.

"¿No te diste cuenta de que era un enfermo violento?", esta pregunta me la siguen haciendo muchas personas. La hacen por curiosidad, por indignación, por vergüenza ajena. Por supuesto la respuesta es NO, cuando éramos novios él estaba muy pendiente de mí. Se preocupaba por mi trabajo, me daba consejos. Yo incluso me sentía protegida al principio.

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⏰ Last updated: Feb 12, 2020 ⏰

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