La boya

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Era un día de verano de 2013. Estábamos en la playa donde solemos veranear y esta vez habíamos coincidido un día con mis primos. Este día lo aprovechamos para ir a dar un paseo con el barco que tenemos y aprovechar un rato del mar que estaba muy calmado.

El día no empezó muy bien. Salimos a las 8 a navegar y mi tío no se encuentra muy bien. Acaba por marearse y en estos casos solo se puede echar por dos lados. Bien, pues por arriba no salió. Menos mal que dio tiempo a coger una palangana para no ensuciarlo todo y después echarlo al mar. Pero claro como he dicho antes el mar estaba muy clamado y por lo tanto no había ni olas ni corrientes que se lo llevasen.

A esto uno de mis primos también comienza a marearse con la gran suerte de que solo se queda en un fuerte mareo. Nada que una buena pastilla de Biodramina no pueda solucionar.

Decidimos abortar la misión de seguir pescando y para finalizar la travesía decidimos acercarnos a una piscifactoría (granja de peces) cercana porque algunas veces se consigue ver algún que otro delfín. Aprovechando el viaje que era de veinte minutos nos ponemos mi prima pequeña, uno de mis primos y yo en la proa del barco. Aquí es dónde empiezan los problemas.

Damos la vuelta a la piscifactoría sin ver ni un solo delfín. Mientras volvemos, a lo lejos (en torno a una milla y media) mi padre ve un barco que estaban pescando y como es costumbre decidió acercarse a preguntar. El problema, que no era capaz de ver lo que tenía delante porque lo tapábamos mis primos y yo. Resultó que teníamos una boya muy cerca que decidí no avisar de ella porque la pasábamos por estribor pero claro, al ver el barco vecino mi padre decidió acelerar y girar a estribor. En ese momento me entra el pánico, me bloqueo y chocamos contra una boya amarilla de unos dos metros mínimo, de metal que estaba anclada al suelo.

Del golpe pegamos un brinco y la luz de la boya que tenía en la parte de arriba sale disparada. Se hace durante dos segundos el silencio y como estaba en pánico decido pegar un chillido (aún no sé muy bien por qué) y empezar a gritar "NOS HUNDIMOS, NOS HUNDIMOS". Por el chillido que pegué como mínimo tenía que haber uno o dos muertos porque no fue ni medio normal. Seguidamente intentaron tranquilizarme y realizamos el protocolo de seguridad. Tras revisar el barco resultó que sólo había sufrido una pequeña rozadura en el casco y una barra de metal de dos dedos de grosor se había doblado del golpe, no nos estábamos hundiendo.

Nada más revisar la embarcación se nos acerca el barco que estaba pescando para saber que había pasado porque habían escuchado unos chillidos muy fuertes al grito de nos hundimos y habían decidido llamar a Salvamento Marítimo. Digamos que cuando llegaron para "rescatarnos" y vieron que no nos había pasado nada, hubo que pagar una multita y todos los gastos que conlleva mover a Salvamento Marítimo.

Así que esa es la famosa historia de la boya y es uno de los motivos por el cual Y Chord casi acaba por llamarse, Los Boyas.

La vida de un koalaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora