EPISODIO 14: Un beso de amor
Era una agradable tarde de invierno, el castillo estaba totalmente cubierto de una espesa capa blanca, mientras que los jardines parecían contener mucha más nieve que la casa, ese era uno de los enigmas que siempre intentaba resolver el amo. El lago estaba completamente congelado. A pesar de que todo era frío, y aún se podía encontrar restos de nieve por todas partes, el sol brillaba cálidamente sobre ellos, mientras Rosalie patinaba sobre el congelado lago de la mano del amo, ambos parecían estar divirtiéndose bastante. El amo tenía toda la ropa cubierta de nieve a causa de haber caído sobre ella en varias ocasiones mientras Rosalie reía a carcajadas de pié, el amo parecía algo enfadado por ello, pero no pareció querer parar. En ese momento notó algo, el rostro de la chica estaba algo rojo por el frío, tras despojarse del guante tocó su rostro cálidamente, notando su frío...
- Creo que deberíamos parar un rato, estás helada.- le informaba el chico mientras le agarraba la mano y patinaban juntos hacia el viejo banco junto al lago.
- Es cierto.- dijo mientras se sentaba en el banco para luego despojarse de sus guantes y tocar su helado rostro.- pero... ¿Por qué a ti no te afecta el frío?.- preguntó admirando su hermoso rostro, el joven tenía la cara del mismo color que de costumbre.
- La sangre de la bestia corre por mis venas, a mí no me afecta el frío.- respondió en un tono más frío de lo habitual. Rosalie sabía perfectamente que hablar de la Bestia no le gustaba, odiaba el ser en el que se convertía cada noche que había luna. Él pareció percatarse de que Rosalie había notado el frío de su voz, porque en ese momento cambió de tema.- Por cierto, nunca me he presentado ¿verdad?.- dijo en tono divertido mientras la chica le miraba sin comprender a que se estaba refiriendo.- No quiero que me sigas llamando "amo".- le informaba a la joven, para que entendiese mejor a qué se refería.- Antes solían llamarme "Giancarlo Endolfini". Heredé el nombre de mi padre.- continuaba mientras sonreía, por primera vez en su vida, hablar de sus padres no le causaba dolor, a pesar de lo que había hecho, ahora entendía que no se podía cambiar el pasado, tan solo había que dejarlo atrás y mejorar en el futuro paso a paso.- mi nombre se perdió tras la tragedia y nunca nadie lo recordó, así que todos me llaman "amo" ahora. Nunca permití que nadie me llamase de otro modo.- concluyó mientras miraba a la chica directamente a los ojos, a esos hermosos ojos marrones que tanto le seducía.
- ¿Y por qué me permites a mí que te llame Giancarlo?.- preguntó la joven sin comprender por qué compartía con ella todo aquello. Pues después de su vuelta al castillo no habían vuelto a hablar sobre el pasado del joven.
- Porque... será difícil llamarme amo en el futuro.- reconocía el hombre ante una atónita Rosalie, que le parecía imposible estar escuchando aquellas palabras.
- ¿Piensas tener un futuro conmigo?.- repetía la chica atónita deseando que su respuesta fuese afirmativa, era la cosa que más deseaba en el mundo, estar junto a la persona que amaba.
- Aunque nunca te lo haya dicho... - comenzó mientras su rostro se ruborizaba, y no era precisamente por el frío.- espero que sepas que...- continuaba mientras bajaba la cabeza avergonzado por lo que iba a desvelarle.- yo... tu... eres una persona muy valiosa para mí... porque yo... quiero que te quedes conmigo, quiero... compartir mi vida contigo.- proseguía titubeante intentando no mirar a la chica a los ojos.- yo... te amo.
Ante esta afirmación el joven levantó el rostro para mirarla a los ojos, y entonces descubrió como la chica sonreía de felicidad, era algo que había estado esperando escuchar de sus labios por mucho tiempo, y justo había llegado el momento de decirlo, un poco tarde, pensaba Rosalie. En ese momento Rosalie se abalanzó sobre el amo abrazándolo fuertemente, sintiendo el calor de su cuerpo en el suyo, sintiendo como ese calor se iba esparciendo por cada parte de su cuerpo. El amo se sentía querido, amado, era la primera vez desde que era niño en la que alguien lo abrazaba, entonces no pudo evitar derramar una pequeña lágrima de felicidad sobre el hombro de la chica.
Giancarlo no supo cuánto tiempo estuvieron abrazados, durante cuánto tiempo derramó lágrimas de felicidad, tan solo un tiempo después Rosalie se separaba de él lentamente para luego mirar su rostro y limpiar las lágrimas que el chico había derramado con sus delicados dedos. Entonces Giancarlo agarró sus manos para luego besarlas delicadamente y mirar a sus ojos con amor, fue entonces cuando sintió los labios de la chica sobre los suyos, sellando su amor con un beso.
El tiempo continuó pasando, las heridas del amo habían sanado, y puesto que ningún otro miembro del castillo había sido herido, el tiempo transcurrió como en el exterior. El tiempo pasó tan deprisa, que parecía irreal, pero estaban tan felices en el catillo que no se percataron de ello. Mientras en el exterior del castillo, los aldeanos de aquel pequeño pueblo de la Provenza, habían comenzado a especular sobre que había podido sucederle al panadero Charlie y a su pequeña hija Rosalie, los cuales habían desaparecido sin aviso previo de su hogar, y habían dejado de atender la panadería. Algunos pensaban que habían corrido la suerte de muchos otros y tras haberse perdido en la espesura del bosque habían sido devorados por algún animal, otros opinaban que se habían marchado al exterior por alguna extraña enfermedad del anciano, solo unos pocos creían conocer la verdad, pues contaban historias disparatados sobre como Rosalie y su padre habían logrado encontrar el castillo triste y ahora vivían en él sin poder regresar al mundo exterior. Pero todas esas historias nada tenían que ver con la realidad. Rosalie era feliz junto a sus padres y a su amado Giancarlo, solo unos pocos sabían su verdadero nombre, la mayoría solía llamarle amo, y en ocasiones... LA BESTIA.
En una tarde de verano, Rosalie se encontraba en su habitación discutiendo acaloradamente con Giancarlo, ella opinaba que debían casarse y formar una familia, pero él temía que pudiese transmitir la enfermedad a sus pequeños si intentaba formar una familia...
- Quiero casarme contigo, no me importa lo que seas, ya te he dicho que tu enfermedad no es un problema para mí.- le reprochaba la chica en alta voz mientras el amo la miraba preocupado.-
- Puede que esté de acuerdo contigo en lo de casarme, pero nunca aceptaré tener un hijo contigo, si lo hiciera pondría en peligro tu vida y la vida del bebé.- le respondía el hombre malhumorado por la situación, le resultaba imposible de creer que la chica no viese cuales eran las probabilidades de que su hijo estuviese maldito al igual que él.
- ¿Por qué? Dime ¿por qué? Porque no lo entiendo.- se quejaba la joven mientras se cruzaba de brazos bastante malhumorada.
- Podría pasarles mi enfermedad.- gruñía el hombre con insistencia, habían discutido sobre ello en más de una ocasión y ella parecía incapaz de desistir de la idea.
- Eso no pasará, nunca dejaré que la historia vuelva a repetirse.- le aclaraba la joven mientras el amo la miraba sorprendido, era increíble como ella se preocupada de él. Cómo se preocupada de que todo fuese perfecto en aquella peligrosa relación.- tan solo dime que lo pensarás, te daré razones por la que debemos tener a nuestro hijo, te daré razones por las que no pasará eso que temes.- suplicaba una vez más Rosalie mientras le miraba con ojitos llorosos.
- Está bien, lo pensaré.- contestó el hombre ante una radiante Rosalie, que sonrió aliviada y besó a su futuro esposo en los labios.
Continuará...
ESTÁS LEYENDO
El Castillo Triste | COMPLETA
WerewolfPrefacio: En un triste castillo, muy difícil de encontrar, vivía un hombre extraño, el cual aparentemente no envejecía, era humano y con figura triste, que solía sentarse en su viejo sillón de terciopelo junto al fuego. Este hombre nunca podría ser...