Los jóvenes decidieron quedarse en los alrededores de la playa hasta que oscureciera por completo. Al caer la noche, se prepararon para ponerse en marcha hacia su objetivo. Isabella tomó el volante y condujo rápidamente pero con cuidado, Antonio era su copiloto, mientras los demás ocupaban los asientos traseros.
-¿Estamos en el camino correcto? -preguntó David.
-Sí -respondió Antonio, mientras consultaba el mapa de Barahills en su teléfono móvil.
Después de un arduo camino, finalmente llegaron a la mina. La vista que se presentaba ante ellos era un claro contraste con lo que habían visto anteriormente. Las calles de tierra parecían más tranquilas y apagadas en comparación con las concurridas y ruidosas calles de la ciudad. No se veían niños jugando en las calles, lo que añadía a la sensación de soledad en el lugar. Además, los molestos sonidos que antes habían perturbado su tranquilidad estaban ausentes, lo que creaba un ambiente inusualmente silencioso en el área.
-Parece que llegamos a la hora indicada -observó Isabella mientras estacionaba el auto.
-Esperemos que así sea, no queremos llamar la atención -dijo Antonio en voz baja.
Salieron del auto y caminaron hacia la entrada de la mina, manteniendo la guardia en alto.
Antes de ir a la mina habían pasado por una tienda de provisiones, así que cada uno de ellos llevaba una mochila bien equipada con linternas, baterías de repuesto, botellas de agua, barras energéticas, guantes de trabajo, y una cuerda larga por si era necesaria. Isabella también incluyó un botiquín de primeros auxilios.
Continuaron avanzando con precaución, alumbrando el camino con sus linternas mientras se adentraban en la oscuridad de la mina. El aire era denso y pesado, y el eco de sus pasos y voces resonaba en las paredes de piedra. Las luces de sus linternas iluminaban apenas unos pocos metros delante de ellos, dejando gran parte de la mina en la penumbra. La oscuridad era opresiva y la sensación de estar atrapados en un laberinto sin salida era abrumadora. Las paredes estaban cubiertas de polvo y grasa, y el suelo era irregular y lleno de baches. El sonido de goteo constante del agua que caía resonaba en sus oídos, aumentando su inquietud.
De repente, Antonio se detuvo y sacó el mapa de su mochila. Con la linterna en una mano, iluminó el mapa mientras llevaba la luz de la linterna hacia las paredes, tratando de encontrar una pista.
Isabella se acercó, observando con preocupación mientras Antonio revisaba el mapa.
-¿Qué pasa? -preguntó, acercándose a Antonio y rozando su piel por accidente.
Él se sobresaltó, sintiendo el roce de Isabella y su corazón latiendo con fuerza.
-No, no pasa nada -respondió, sonriendo ligeramente-. Es solo que se supone que debería haber un camino aquí según el mapa, pero no hay nada. Marie y David se acercaron a ellos para examinar el mapa, estudiando con atención cada detalle en silencio. Antonio e Isabella, conscientes de la urgencia del momento, descargaron rápidamente sus mochilas y las colocaron a un lado para estar más livianos y pensar con rapidez. Justo en ese momento, un ruido detrás de ellos interrumpió su concentración. Como un solo cuerpo, los cuatro jóvenes giraron rápidamente hacia el origen del sonido, apuntando con sus linternas para iluminar la oscuridad. Después de unos segundos de tensión, pudieron reconocer la figura de Joseph emergiendo de la oscuridad.
-¿Joseph? -inquirió Isabella-, ¿qué haces aquí?
-Yo podría preguntar lo mismo -respondió nervioso y avergonzado por haber sido descubierto.
-¿Nos seguiste todo este tiempo para hacer esa pregunta? -preguntó Antonio.
Los jóvenes se aferraron a sus linternas mientras Joseph se preparaba para responder a sus preguntas. Sin embargo, antes de que pudiera decir una palabra, un temblor sacudió la tierra bajo sus pies. Era tan fuerte que incluso sus linternas comenzaron a temblar en sus manos. Joseph gritó, luchando para hacerse oír por encima del estruendo. "¡Tenemos que salir de aquí!", gritó. Los jóvenes asintieron, el miedo palpable en sus rostros. Se dieron la vuelta para correr hacia la salida, pero la tierra temblaba demasiado como para mantenerse firmes. Fue entonces cuando una enorme pila de rocas se desplomó del techo, bloqueando su camino hacia la salida. Todos se quedaron boquiabiertos ante el derrumbe, incapaces de procesar lo que estaba sucediendo. Rápidamente, Joseph señaló una dirección diferente y los jóvenes comenzaron a correr hacia ella, la adrenalina bombeando en sus venas. "¡Rápido, por aquí!", gritó, mientras lideraba al grupo de regreso al lugar donde habían estado parados. Sus corazones latían con fuerza y las manos temblaban mientras buscaban frenéticamente una salida, pero sin previo aviso, el suelo debajo de sus pies se desplomó y todos cayeron en picado hacia un oscuro abismo. El impacto fue brutal y desorientador, mientras el aire era arrancado de sus pulmones. Sin embargo, poco a poco comenzaron a darse cuenta de que habían caído en un pasadizo oculto cuidadosamente construido. El ambiente era oscuro y apenas se distinguía el contorno de las paredes del pasadizo. Al cabo de unos segundos, el temblor cesó.
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LARIMAR: Un misterio bajo tierra ©
FantezieEn la tranquila ciudad de Barahills, los jóvenes Antonio, Marie, Isabella y David se embarcan en un proyecto universitario que cambiará sus vidas para siempre. Su investigación sobre la piedra Larimar les lleva a descubrir un mundo subterráneo que d...