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—Nanase–kun, ¿en qué te puedo servir? —Hiyori arrastra las palabras, como si le doliera la lengua al momento de hablarme.

Hace tiempo que no visito Shimogami, una de las mejores universidades de Tokio. Es domingo y quería ver a Ikuya, darle la sorpresa de que tomé la iniciativa, pero no estaba en casa. Sus vecinos me indicaron que vino a la universidad. Fui a la piscina y no estaba. Tuve que recurrir a su mejor amigo, por suerte lo encontré a las afueras de la biblioteca.

—Déjame adivinar: es Ikuya.

Asiento.

—Hoy no nada —espeta.

Asahi tiene razón: es un tipo amargado.

—¿Dónde está?

Tarda segundos en responder, solo espero que no lo niegue o me mienta. Lanza un suspiro profundo.

—Creo que ya se fue, sus actividades terminaron antes del almuerzo.

—¿En qué lugar?

—Edifico sureste, tercer nivel, salón 213 —recita, desganado—. Esos salones son para los grupos estudiantiles —añade.

—Gracias.

—Deberías irte —desaparece dentro de la biblioteca.

¿En qué concepto terrible me piensa?

Emprendo el camino hacia mi nuevo objetivo, Shimogami es tan grande como Hidaka y doy varias vueltas hasta divisar el edificio. Antes de subir reviso en la entrada que el salón que busco sí esté, no confío en Hiyori. Distingo el número 213 en la lista, ¡bingo! Hay pocos estudiantes por ser domingo. Es un día fresco y el ambiente es tranquilo.

No quiero deambular por el lugar, a un par de chicas les pido indicaciones para encontrar rápido el salón. Estoy cerca de Ikuya y recuerdo que me falta inventar una excusa creíble para mi visita. No conozco bien al Ikuya adulto, no sé qué podría decirle para que me cuente qué ocurre entre Rin y él. No es que me importe realmente...

Avanzo y el arrepentimiento me golpea, debí contarle a Makoto, él es genial leyendo a las personas y situaciones. Necesito a Makoto a mi lado, esto no es para mí. O debí, en última instancia, preguntarle a Rin.

Y Rin viene en mi dirección.

Me detengo abruptamente a mitad del pasillo. ¡Oh, no! No hay un escondite cerca, ya es muy tarde para regresar. Me rindo y me quedo inmóvil. Él va con la mirada clavada en su teléfono y pasa a mi constado, no se percata de mí. Entra al salón que yo buscaba y descubro que por ir pensado en mi excusa, me pasé de puerta. Si me encorvo, puedo devolverme sin ser visto.

Sé qué debo hacer, mas la curiosidad rebasa mi prudencia: me aproximo cauteloso al marco de la puerta, no la cerró y me es fácil apreciar el interior. El sol se cuela por los amplios ventanales, tiñendo de dorado cada rincón. No hay nadie más que Rin e Ikuya, quienes están en la primera fila de pupitres.

—¿Entonces? —consulta el recién llegado.

—Cinco minutos, por favor —pide Ikuya.

—Descuida, tómate tu tiempo —la voz de Rin es cálida.

—Envío otro correo y listo, ¡tareas terminadas!

—Buen trabajo —le reconoce Rin.

Desde mi posición solo distingo sus espaldas, sin embargo, aun sin mirarlo, sé que tiene esa expresión coqueta que enloquece a las mujeres. ¿En serio no se cansa de ser así? Más importante, ¿por qué está aquí?

Algo más se susurran e Ikuya se carcajea.

—Como me distraigas, más tarde nos iremos —advierte él.

—Me callaré, lo prometo.

—Debo aprender a no desconcentrarme cuando estás cerca —suspira Ikuya.

—Imposible —Rin se inclina hacia él y mi corazón da un vuelco—, pero quiero que lo intentes —le suelta con risa traviesa.

Los vellos de mi cuerpo se erizan al recordar qué se siente tener a Rin a centímetros del rostro. Sus pestañas largas le confieren una mirada cautivadora, la elegancia de sus movimientos y la intensidad de sus palabras desarman a cualquiera. Yo sobreviví gracias a que me interesaba alguien más.

Ikuya no se queda atrás, sus pestañas son rizadas y largas, más que las de Rin. Sus ojos grandes son brillantes como las estrellas, perderse en su mirada es viajar a otro mundo. Su rostro ovalado le hacen lucir tierno siempre, aun cuando se enfada no pierde esa dulzura. Son bastante atractivos ambos.

El silencio dentro del salón se extiende, estiro el cuello para descubrir qué hacen y un grito se asoma en mi garganta ante la escena: Rin sostiene el mentón de Ikuya con su mano, se asegura de que no se le escape mientras lo besa en los labios. No obstante, Ikuya no hace nada para alejarse, en su lugar sujeta el collar de mi amigo para acercárselo más. La tensión dentro del salón es abrumadora.

Esto no es para mí.

Retrocedo para no mirar más, mi estómago se revuelve. La turbulencia en mi mente me impide moverme correctamente y los suaves gemidos que ellos producen empeoran mi malestar.

—Vámonos.

—Sí —dice Ikuya.

Huyo a mi máxima velocidad, deseo desaparecer de la ciudad y del país y del mundo. Lo lamento, jamás fue mi intensión invadir su privacidad, ni siquiera sabía que ellos eran ese tipo de... ¿Amigos?

Sentimientos paralelos | RinIku [Rin x Ikuya]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora