𝐒𝐚𝐧𝐠𝐫𝐞 𝐲 𝐀𝐠𝐮𝐚

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Sus manos se unieron, entrelazando con suavidad los dedos y haciendo que la fina piel entrará en contacto; La mano de ella estaba caliente, la de él, ya no. 

Un horrible temor se instaló en su estómago, no quería vivir aquella situación, no quería ver como la vida se escapaba de los ojos rojos de su acompañante; El color rojo de sus ojos era el que se había apoderado de toda la escena, ya que sus ojos compartían el mismo color que el líquido que emanaba de su pecho, allí dónde las rosas rojas emanaban. 

El encuentro del dolor y la belleza, el amor entre ella y él.

Ella, una mujer de inmesurable belleza, cuyos ojos compartían el color de las profundas aguas del océano, un mar encerrado en la prisión de las pupilas; Su cabello, largo y ondulado, que se asemejaba a las nubes blanquecinas que decoraban el cielo en la época dónde las flores eran polinizadas por los insectos y las orugas evolucionaban a hermosas mariposas. Vestida con una túnica, cuyos pliegues podían hacerse pasar por las olas del mar y cuyas decoraciones doradas dejaban en vergüenza a los rayos del sol. Y por último, su rostro, redondo y pálido, sonrojado y húmedo por las lágrimas que corrían por su piel, la cual, era envidiada por la porcelana.

Él, un hombre herido, vestido con ropajes comunes del pueblo, con el cabello negro, tan oscuro que parecía poder prenderse en fuego como el carbón y sus ojos, totalmente rojos, como si un mar de sangre se ocultará bajo las pupilas. Su piel estaba fría; fría como el invierno; fría como un difunto, además, había palidecido, ya no poseía aquel hermoso color oscuro que tantas veces había sido su atractivo, ahora se asemejaba al color que tenían los enfermos de tuberculosis. Todo su cuerpo temblaba entre los delgados y suaves brazos de la muchacha que le acompañaba, sus ojos desprendían pequeñas perlas húmedas que mojaban todo a su paso, en cambio, su pecho, dejaba caer a montones, como una catarata, aquel líquido rojo que manchaba el lago dónde estaban.

Era un lugar hermoso, perfecto para una muerte dulce, un lago de aguas cristalinas cuyos juncos bailaban a su placer, flotando sobre aquel pequeño mar frío; Era de noche, la única iluminación que había era la luz de la luna, escoltada por las estrellas, cuya luz era reflejada por las escamas de los pequeños e inofensivos peces que nadaban como querían por el lugar. Todo rodeado por un frondoso bosque, tan peligroso como todo. Pero ahora nada importaba, solo él y ella, solo la sangre y el agua, que se mezclaban en un baile de dolor. 

-Por favor, no mueras... No sucumbas a aquello que nos ha producido tanto dolor en otras ocasiones.- Dejo escapar ella, con un hilo de voz.

-No prolongues mi dolor, pronto todo será paz y en un futuro estaremos juntos, en un futuro en el cual nadie podrá separarnos, ya que la muerte nos habrá unido.- Respondió él, sintiendo que la muerte se escapaba cada vez más de su cuerpo con cada palabra que pronunciaba.

-Por favor...- Añadió ella, sollozando.

-No duele, mi ángel, todo estará bien.- Alargó uno de sus temblorosos dedos para reseguir la línea suave que perfilaba el rostro de ella.- Sobrevivirás.

Ella, lo apegó más a su cuerpo, intentando que tal vez el calor que este desprendía se contagiará al de él e hiciera latir su corazón de nuevo, pero aquello era imposible, la falsa idea de que podría salvarlo.- No.

-Si lo harás, no te tortures más por mi.- Una pequeña sonrisa fue esbozada por sus labios.- Ya suficiente dolor te he causado.

Ella negó rotundamente con la cabeza, tomando su mano con fuerza; Estaba fría.

-Te lo suplico.

Esta vez fue él quién negó con la cabeza y sonrió, acariciando el lomo de su mano con las yemas de los dedos, mientras las lágrimas aún corrían por sus mejillas.- Adiós...- Entonces sus ojos se cerraron, su voz se había marchado como el humo al encontrar una salida en un cuarto cerrado.

Ella se vio obligado a soltarlo, toda aquella situación desencadeno en una situación de dolor insoportable, todo el bosque permanecía en silencio, admirando con horror aquella terrible situación, escuchando con pena el lloro de ella; Pero, poco a poco, todo cambió.

El dolor transformó a lo que había sido el agua, en sangre, los gritos de la chica provocados por el dolor de su perdida eran insoportables y la sangre comenzaba a teñirla a ella también. Sentía como si rasgaran su corazón, miles de brazos agarrando los suyos y rasgando su cuerpo, desgarrando su interior. Tiñendo su cabello y ojos de rojo, convirtiendo en un mar de sangre lo que antes había sido un océano en calma, su piel, se tiñó, se desgarró y dejo caer los pétalos rojos; Sus uñas se clavaron en ella misma, buscando todo aquello que estaba roto en su interior, mientras, su espalda se desgarraba, dejando a la vista dos alas tenebrosas, que dejaban caer gotas negras de un líquido extraño, además, de su frente brotaron dos horribles y gigantescos cuernos negros, que empaparon de aquel líquido todo su hermoso rostro, manchando la piel que antes había sido envidiada por la porcelana. 

Dolor.

Ya no había agua.

Ahora la sangre ocupaba su lugar.

La canción que me inspiró.

mi ángel...

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⏰ Last updated: Jun 06, 2019 ⏰

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𝐎𝐧𝐞 𝐒𝐡𝐨𝐭𝐬Where stories live. Discover now