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Desde el primer instante en que seokjin vió a jeon jungkook, juró por su vida que iba a amarlo por toda la eternidad. Había caído a sus pies ante semejante belleza y aquella enorme sonrisa, y para ser sinceros, jamás pensó en enamorarse tan perdidamente de un omega como jungkook, en especial de uno tan pequeño y hermoso como su amado kookie.
Siempre que se sentaba junto a él en sus tiempos libres, su alfa brincaba de felicidad, su corazón latía con fuerza y en sus labios se dibujaba una sonrisa, le pedía a gritos que abrazara y besara aquellos apetecibles belfos ajenos. Y estaba más que seguro que el omega del menor sentía lo mismo, ese sentimiento tan cálido y único, después de todo, eran una pareja predestinada.
Cada vez que su piel hacía contacto con la del omega, enloquecia su ser de pies a cabeza, alteraban sus hormonas y reía de felicidad y como un tonto también.
Cada vez que el omega le sonría con dulzura, sentía que su ser no daba más por la ternura que emanaba su adverso.
Cada vez que seokjin hablaba con jeon jungkook, sentía que se enamoraba más y más de él, su todo, su vida, su pequeño omega.
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