Capítulo único

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Todo pintaba para que fuera la noche perfecta... o eso creía él. Ese viernes por la noche había quedado con Hange en quedarse en el departamento de ella. Ver películas, hablar de tonterías cortesía de Zoë, beber algunas cervezas para después dormir plácidamente en la madrugada y parte de la mañana.

Se encargó de pasar a comprar unas cuantas cervezas y botanas para degustar, y como acordaron, llegó puntual y tocó la puerta con golpes característicos.

A pesar de que llevaban cerca de un año de conocerse, aún se sentía nervioso al estar a solas con la delgada mujer de cabellos castaños. En un acto de nerviosismo comenzó a dar pequeños golpecitos en el suelo con la punta de su pie, en espera de que ella abriera la puerta y ver esos bonitos ojos color chocolate.

Más nunca imaginó encontrarse con lo que se encontró esa noche. La mujer era un desastre, más que en otras ocasiones. Llevaba el cabello amarrado en un chongo mal hecho y desordenado, la blusa que usaba estaba muy mojada, transparentando la ropa interior de la mujer, pero lo mejor de lo peor, era que sus ojos estaban enrojecidos a más no poder.

—Qué mierda...

—Levi, quiero llorar más, ¡pero ya no puedo hacerlo!

El hombre se abrió paso y con sus ojos contempló la sala que estaba desordenada, muy desordenada. Caminó a la cocina para guardar las cervezas en el refrigerador. Se extrañó cuando divisó entre el desorden unos cuantos juguetes especiales para bebé.

Hange cerró la puerta y se dejó caer en el sofá. Levi llegó hasta ella y puso frente a ella uno de los juguetes que encontró en su camino:
—Explica, qué es esto —preguntó acusadoramente mientras agitaba suavemente el artilugio que sujetaba con sus dedos.

—Es una mordedera para bebés, ¿es que estás ciego?

—Ya sé lo que es, idiota, explícame qué hace esto aquí.

Hange inspiró profundamente, y justo cuando iba a responder se escuchó un sonoro llanto de bebé, al tiempo que la mujer soltaba un lastimero quejido y comenzó a llorar también.

Levi frunció el ceño, ladeó la cabeza al tiempo que hacía el ademan de cubrirse los oídos, dejando caer el juguete al suelo.

—Hange, ¿qué es ese ruido?

—Levi, ¡estás idiota o qué! ¿Qué no sabes reconocer el llanto de un bebé? —Hange respondió a la defensiva, mientras grandes lágrimas surcaban sus mejillas.

—¿Dónde está el mocoso, por qué llora de esa manera?

—Está en la habitación y no me explico por qué llora tanto, ya le di de comer, ya le saqué el aire, lo cambié de ropa y no consigo hacer que duerma, ¡ya no sé qué más hacer! —Hange siguió llorando y balbuceando—. Y no le digas mocoso.

Levi caminó con calma hasta llegar a la habitación, abrió la puerta lentamente y se encontró con un hermoso bebé de cabellos rubios y ojos azules, llorando y gateando en el suelo. Levi carraspeó, el niño dejó de gatear para sentarse, ambos se miraron a los ojos y el infante automáticamente dejó de llorar para concentrarse mirando al hombre de pie frente a él.

—Por qué armas tanto escándalo, mocoso —sin dejar de mirar al nene, Levi gritó a Hange— Cuatro ojos, ven acá.

—¡No quiero! —respondió la mujer desde la sala.

—Con un carajo, Hange, ¡ahora! —el tono de voz usado por Levi sonó tan amenazante que el bebé comenzó a llorar de nuevo. Hange también lloró. Ackerman, que recién llegaba comenzó a perder la paciencia.

Llora, nena (LeviHan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora