Conformando una bóveda impoluta, el cielo diáfano se extendía sobre mi cabeza, una luz matinal bañaba el parque a través del cual me encontraba caminando, cabizbajo, a un ritmo irregular. Aceleraba, como si estuviese llegando tarde a una cita, pero de a ratos disminuía la velocidad como inseguro de cual era mi destino. Por el rabillo del ojo, me llegaban borrosas imágenes de toboganes sin ocupar y hamacas inertes. La calma del austero paisaje era interrumpida por el sonido de mis pies que empujaban con cada paso el canto rodado que cubría el camino. Lo único que se interponía entre mis ojos y el suelo era la esporádica visión de mi teléfono, al cual le exigía la respuesta a una pregunta que no podía formular. Quizás por eso eran tan frecuentes sus viajes a fuera de mi bolsillo.
Cuando por fin levanté la vista, mis ojos fueron enfrentados por el verde iris que rodeaba sus pupilas. Ella estaba sentada en un banco, a la vera del camino a unos 10 metros de donde yo estaba parado. Su cabello estaba un poco más largo que la última vez que la había visto y su rostro mostraba el cansancio de una vida un poco más ocupada que en esos días. Sin embargo, sus ojos brillaban con la misma intensidad de siempre.
El tiempo se detuvo.
Pasaron 3 segundos o una eternidad, no lo sé, pero me quedé sin reacción hasta que la sonrisa que se dibujó en sus labios me invitó a acercarme. Mi corazón rebotaba contra las paredes de mi pecho con tanta fuerza que no me dejaba oír mis pensamientos. Me detuve a su lado
–Hola – Fue lo único que pude articular con un hilo de voz.
Ella escrutó mi rostro unos instantes:
–¿Sólo eso me vas a decir? Ven, siéntate – Dijo finalmente.
Ocupé el espacio que había a su lado, pero no podía sostenerle la mirada, por lo que mis ojos se enfocaron en lo que estaba en frente; árboles robustos exhibían frondosas copas con hojas que danzaban a con una brisa imperceptible. Fue ella quien quebró el silencio esta vez.
–Pasó bastante tiempo ¿no? ¿Cómo estás?
–Bien, supongo. Costó, pero volví a encontrar momentos de felicidad. ¿Tu?
Sus labios mantenían esa sonrisa que durante años había logrado despejar mi mente de toda nube.
–Me alegro. También, aprendiendo a llevar esta nueva vida. Estoy trabajando y cada vez me falta menos para recibirme. Eso ayudó bastante - Dijo.
–Felicidades, de verdad. Te vi esforzarte tanto durante tantos años... estoy contento de que estés logrando los objetivos.
–Si, gracias...
La briza tomó algo de fuerza y le arrancó algunos susurros a la copa de los árboles. Fue el único sonido que dio batalla al silencio que había dominado la escena.
–Yo estoy buscando trabajo – dije al fin – ya tengo el título, pero la falta de experiencia hace que la búsqueda sea difícil
–No te preocupes, ya vas a encontrar algo, tenés un montón de grandes cualidades.
–Como esa extraña capacidad de hacerte reír con cosas que te hacen enojar.
Su risa inundó el ambiente e hizo que el día sea un poco más cálido.
–Sí, me acuerdo de tus chistes y tu humor tan particular... sé que al final las cosas se pusieron difíciles, pero la pasábamos bien... siempre la pasaba bien contigo.
–Como los besos bajo la lluvia...
–... a la vuelta de la facultad. Si, los recuerdo, fue en nuestro primer año en la universidad. La época de las eternas despedidas antes de entrar a clases.
–Sii, que una vez mi profesora nos vio y cuando llegue a clases me dijo que tratara de hacer las despedidas más cortas. Así llegaba dejaba de llegar tarde.
–Jajaja seguro tenía envidia de nosotros
Reímos juntos de un pasado no muy lejano. Tiempo atrás la vida nos había cruzado y al poco tiempo de conocernos llegamos a amarnos infinidades. Los recuerdos que hasta hace unas horas estaba tan enterrados en mi mente, que parecía parte de la vida de alguien más, ahora estaban tan vidas como en el momento en que se forjaron y se grabaron en mi memoria, las imágenes, las sensaciones... no pude contenerme.
–Extraño reírme contigo... en realidad... a ti te extraño.
Como si alguien hubiese accionado un interruptor su risa se apagó y una sombra de tristeza cubrió sus facciones.
–¿Qué sucede? – Le pregunté
–Tu y yo teníamos tantas ganas de vernos... y la vida nos alejó tanto... esta era la única forma, solo acá podía pasar un rato juntos...
–Entonces, es verdad, ¿no? Tu también te diste cuenta.
–Sí, estamos soñando. Teníamos tantas ganas de vernos que nos encontramos acá. Pero el tiempo se acaba y me tengo que ir.
–Por favor – Mis brazos la rodearon y la sujeté con fuerza – afuera no puedo hacer esto, quédate conmigo un rato más... o para siempre, quédate acá conmigo.
–Sabes que no podemos, tengo que ir a trabajar – su rostro se hundía en mi pecho y podía sentir como sus manos se cerraban en mi espalda – tu sabes que lo intentamos, estoy agradecida por el idilio que vivimos, pero sabemos como terminó. Ahora tenemos que seguir, la vida se trata de eso, tomamos decisiones y avanzamos, aunque el camino parezca oscuro, siempre hay que seguir. Te adoro ¿sí? y ojalá seas feliz para siempre...
Su voz se hizo lejana.
–No, por favor, por favor, por favor...
De a poco sentí como mis brazos comenzaron a cerrarse cada vez más sobre mi cuerpo a medida que ella se desvanecía, hasta el punto que mis antebrazos quedaron cruzados sobre mi pecho, donde sus lágrimas habían mojado mi remera. Ella ya no estaba.
Hundí mi cara entre las palmas de mis manos y me quedé en silencio. No sé cuánto tiempo había pasado cuando comencé a sentirme cada vez más liviano y la luz del sol comenzó a apagarse.
Cuando abrí los ojos, el reloj marcaba las 7:43 am y las lágrimas empapaban mi almohada.
FIN
YOU ARE READING
re-Encuentro
RomanceLuego de pasar un tiempo distanciados, dos personas se re encuentran de manera fortuita para descubrir que ni el tiempo ni la distancia puedo sepultar el cariño que se tienen, aunque descubrir esto podría abrir más heridas de las que cierra.