Mi panacea, mi odio, mi amor, mi todo, eso se concentra en aquel chico que se hace llamar Red Robin, en aquella mirada que ocultas tras un antifaz, ese destello rojo que recorre las calles nocturnas de Gotham y acelera mi presión sanguínea cada vez que sus atrevidas manos recorren cada parte de mi piel.
Me enardeces cuando tus labios acechan a los míos en el edificio más alto de la ciudad, cuando puedo ver tus ojos en la intimidad de tu habitación y me dejas desarmado con tan solo pedirlo.
Una y otra y otra y otra vez, haces lo mismo cada una de esas veces pero no deja de sentirse a un nuevo nivel de satisfacción.
¿Ya te dije que te amo?, "Te amo", pude ver cómo te coloreaste de un rosa pálido al decirte aquellas palabras.
Te veía saliendo de la ducha, secando tu cabello tan negro como las noches que recorres, me miraste con esos ojos azules y sonreíste para responderme "¿Cuantas veces me lo has dicho este día?".
"y no has escuchado todas" dije.
Me incorporé, acercándome al marco de la puerta de donde salia el vapor de un baño recién tomado.Te dí un beso suave en los labios y otro en la frente, te veías cansado, tus ojeras eran muestra de tu esfuerzo nocturno por intentar salvar a todos de todo, me siento mal al ver cómo más moretones aparecen en tu torso cada vez que vengo a visitarte. Por desgracia, yo tampoco puedo salvar a mi todo de todo.
Te dirigiste a tu pequeña cajonera para sacar una pijama que consta de una playera negra estampada con la imagen de un código de barras y un pants.
Me preguntaste cuánto tiempo pensaba quedarme, "el suficiente para asegurar que vas a dormir toda la noche", hiciste un puchero diciendo que tenías que trabajar y yo hice otro diciéndote que te acuestes en la cama y de ahí no te salgas.
Argumentaciones vagas surgían defendiendo nuestras posturas pero cediste después de prometerte que ya no entraría por la ventana cada vez que viniera a verte.
Fue muy satisfactorio ver cómo te lanzabas a la cama matrimonial y extendías cada extremidad, regocijándote al sentir la comodidad de esas sábanas usadas un par de veces a la semana, finalmente te colocaste sobre tu lado izquierdo y me miraste sonriendo como un niño.
Comenzamos a hablar de trivialidades y algunas cosas sobre tus misiones y las mías, hasta que comenzaste a bostezar y tus ojos se entrecerraron.
" Creo que es hora de que descanses" te dí un último beso en la frente mientras veía como asentías y cerrabas los ojos por completo, me acerqué a la ventana con el propósito de irme. "Maldito" escuché antes de saltar y volteé a verte, estabas lo suficientemente despierto como para darte cuenta de que rompí mi promesa, pero te acomodaste en las cobijas, pensé que tal vez ya estabas muy cómodo como para ponerte a trabajar o regañarme por dejar tierra en el marco de tu ventana, y la verdad es que eso espero.
Por fin salí, cruzando los dedos porque no prendieras esa computadora. Te prometo que tocaré la puerta la próxima.
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Ay no lo c