Introducción

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Empezó como una fantasía, un sueño, no podía esperar nada de aquel reino y de aquella monotonía.

Mi prima Clarice es una de las damas reales de Blair, una de sus niñeras en otras palabras; ella me hablaba de lo maravilloso que era el castillo, la belleza de niña que es Blair, sus modales, su clase, su vocabulario, según Clarice Blair era la definición de "perfección" y luego, estaba yo.

Cuando Clarice tenía su día libre de la realeza, le tocaba hacer de niñera en casa mientras mi padre salía de viaje, y aún recuerdo lo que me decía: "Janett, se más organizada, si fueras como Blair no tendríamos estas discusiones a diario", "¡Janett! ¿Eres una dama o un animal? Cuida tus modales", ¡Oh! Y mi favorita: "¿Por qué no puedes ser como Audrey y Blair? Te llevaré al castillo para que aprendas de ellas". La verdad... odiaba que Clarice me cuidara.

− Janett ¿Me estás prestando atención? – Y ahí estaba ella nuevamente.

– ¿Qué decías, Clarice? –

– Te decía que... – esos pasteles de avellana se ven realmente bien... ¿Debería comerme uno? – ¡JANETT! – Ups.

– Lo siento...

– Como sea, ya que no me prestas atención a mí que te lo diga tu padre cuando regrese de su viaje. Me tienes cansada Janett. – Se levantó de la mesa y se fue.

A la edad de 10 años Clarice empezó a llevarme al castillo para que "aprendiera" de Blair, no resultó. Pero terminé perdidamente enamorada del príncipe Frederick, que era uno o dos años mayor que yo. Frederick era... amable, humilde, guapo, divertido y estaba realmente lejos de mi alcance, algunos años después vi como Frederick tenía diversa variedad de novias, pretendientes, amantes, propuestas de matrimonio, era agobiante ver la cantidad de cartas que le llegaban a diario de sus pretendientes, sin dejar atrás que apenas éramos unos niños.

– ¿Llegó alguna carta?

– Si, varias, pero...

– Adivino, solo para Frederick – siempre sonreía decepcionada – puedes dejarlas en su habitación, si Clarice pregunta... estoy en la fuente.

Ese era mi lugar favorito del castillo, había una variedad inimaginable de flores y para llegar a la fuente debías recorrer un laberinto tan largo como hermoso, donde admirabas la belleza que cada flor ofrecía, olías sus dulces aromas, apreciabas sus colores y jamás sentías lo tardado que era llegar al centro. Clarice siempre se perdía, jamás supo llegar a la fuente y cuando le decían que yo estaba ahí sabía que sería caso perdido el tratar de buscarme. Era un lugar perfecto.

– ¿Por qué decides venir a este lugar, Janett? Es solitario y la fuente está descuidada. – era de los pocos que sabía llegar.

– ¿Qué más da la fuente y la soledad? Es un lugar hermoso, observa a tu alrededor y contempla la belleza del jardín, la felicidad de las flores cuando les hablas, el sonido del agua, el viento soplando en tu rostro ¿No ves lo perfecto que es? – sonreía, recordar todo aquello era lo perfecto, ese lugar, esa fuente, es como si estuviera presente en aquel lugar al que llevaba años sin visitar.

– Hay lugares mucho más hermosos que este, no entiendo porque dices que es perfecto. Las flores del jardín, las fuentes detrás del salón de baile, el estanque de agua cristalina, Janett... ¿Por qué sería perfecto este viejo lugar?

– Porque... – recorría el lugar con los ojos, queriendo grabar cada parte de el en mi mente – su belleza está en su naturalidad. Las flores del jardín y las fuentes detrás del salón requieren de un cuidado constante, el estanque de agua no es tocado por ningún animal y todos creen que esa es su verdadera belleza, pero... ¿Qué es la belleza para ti, Frederick?

My Centenary LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora